10 de enero de 2017

Series: "El Ministerio del Tiempo"


Vaya la conclusión por delante: me declaro totalmente #ministérico (y #cayetaner ❤... ou yeah!).

Así es, mis queridos lectores. Sé que algunos estáis sorprendidos. Yo mismo lo estuve, mientras veía el primer capítulo. Durante los 21 restantes me he limitado a pasarlo bien y a dejarme llevar por esta gran serie de ficción española. ¡Pata negra, me atrevo a decir!


No sé qué fue lo último que vi ni cuánto hace, pero la idea de que las series españolas son malas a rabiar estaba arraigada en lo más hondo de mi ser. Harto del hype, confieso que no vi el piloto tanto para evitar perderme algo bueno sino más bien para certificar que la calidad seriéfila seguía siendo un nicho bien acotado de ficción británica y americana (actitud reprochable, lo sé). ¡Error! ¿Y ahora qué hay que hacer? ¿Revisar toda la producción nacional? ¿Desde qué año?


* Nos pusimos con Mar de Plástico y, tras dos episodios, a mí ya se me pasaron las ganas de seguir (Cosette la toleraba algo mejor).


Si he empezado esta crítica por la conclusión es para que nada de lo que diga a partir de ahora empañe o enturbie mi veredicto: que el Ministerio del Tiempo mola y estoy encantado de que  la renueven para una tercera temporada.


En el piloto nos explican la clásica historia de origen donde conocemos a los protagonistas y de qué va la trama. Julián Martínez (Rodolfo Sancho) vive en 2015 y es un trabajador del Samur hastiado de la vida. Desde que su mujer murió un par de años atrás, se ha volcado en su trabajo, que lleva a cabo de forma algo temeraria. Cuando se cuela en un edificio en llamas porque ha oído voces en el interior, cree ver allí a un oficial del ejército napoleónico. ¿Se está volviendo loco? Amelia Folch (Aura Garrido) pertenece a la clase alta catalana de inicios del XIX y es una de las primeras mujeres de la historia española que asiste a la universidad, donde pese a ser brillante es completamente ignorada. Es una adelantada a su época, clara señal de que tal vez debería aceptar la peculiar invitación que una igualmente peculiar mujer le ha hecho de viajar al futuro. Finalmente, Alonso de Entrerríos (Nacho Fresneda) es un veterano soldado de los Tercios de Flandes que está a punto de ser ejecutado por insubordinación. Ante tal panorama, salvar el pescuezo a cambio de trabajar para un Ministerio del que nunca ha oído hablar y que gestiona actividades como fingir su propia muerte parece un trato razonable.

Los tres forman una patrulla de viajeros temporales cuya principal misión consiste en prevenir alteraciones en la historia de España. En consonancia, el lema del Ministerio reza "El tiempo es el que es" y...

¿Quieres seguir leyendo? ¡Me alegro! Me esforzaré por no reventar demasiado.



SPOILERS (LEVES) A PARTIR DE ESTE PUNTO


Por supuesto, mantener el tiempo como un ente inalterable es un ideal que se quebranta cada dos por tres, voluntariamente o no. Sin ir más lejos, Julián tarda un solo episodio en hacer lo que haría cualquiera de nosotros en su situación (van al grano y mantienen el interés con nuevos giros). Para algunos funcionarios, como Alonso, las dificultades radican en adaptarse a cinco siglos de progreso, lo que va desde utilizar un móvil a que exista la democracia, la igualdad de géneros o los follamigos (hablamos de un tipo que trata a sus semejantes de "vos" y debe ocultar que guarda mayor semejanza con Alatriste que con un urbanita madrileño del siglo XXI). El tormento de Amelia es saberse capaz de cambiar la historia o, simplemente, conocer la propia antes de hora: cuándo y cómo murió/morirá o qué fue/es de los suyos. Su futuro es un pasado que ella aún no ha vivido y parece reescribirse por momentos. ¿Es eso posible?

Cada cual a su manera lleva la carga lo mejor que sabe y, pese a lo variado de sus experiencias, se complementan a la perfección: recién estrenados como viajeros temporales, el trío compuesto por Amelia, Julián y Alonso es "la mejor patrulla del Ministerio". ¿Una pequeña crítica? En dos temporadas no hemos conocido a otra para comparar.

Además de personajes sólidos, las misiones son otro punto fuerte de la serie. En este sentido, siempre han puesto toda la carne en el asador. En el capítulo 3 ya pretendían evitar que Franco revelara el secreto de las puertas del tiempo al mismísimo Hitler. ¿Qué hay peor que el dictador más temible de la historia? Pues los guionistas se las ingenian para que la amenaza o la sorpresa sean la constante. A veces se trata de prevenir la desaparición de momentos históricos, como el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial (para bien o para mal, se insiste en que "el tiempo es el que es").

Como detalle curioso, la serie resulta la mar de pedagógica ya que las instrucciones de cada misión ponen en antecedentes sobre quién es quién y por qué es determinante una intervención. También se prestan a la broma, como cuando casi viajan al pasado para convencer a Gasol de que siga jugando a basket en lugar de hacer la carrera de medicina (que cursó durante unos meses en la vida real). No obstante, la mayoría de episodios consistente en un "¿qué pasaría si?" histórico en versión de disrupción temporal. Por ejemplo, en una aventura deben impedir que Cervantes venda el manuscrito de El Quijote a un grupo de americanos que ha viajado en el tiempo para comprarlo a cambio de una suma indecente; en otra, que Lope de Vega embarque en un navío que naufragará, y así un largo, imaginativo y castizo etcétera (gracias por el ilustrativo zasca sobre María Pita :p). 



Todo esto nos lleva a los secundarios y los personajes invitados: el susodicho Lope, al que dejan como un mujeriego redomado con la manos tan sueltas como la lengua (hay consistencia con acercamientos previos), el Lazarillo de Tormes, el Cid, Colón, Dalí, Buñuel o el empático y visionario Lorca, mi favorito, que contribuye a un final de primera temporada redondo. Por supuesto, no hay que olvidar la colaboración habitual del mayor pintor que jamás ha dado y dará la historia del arte... ¿No? ¿No os viene ningún nombre? ¡Pues Velázquez! ¿Quién, si no? Él no tiene la menor duda :p

Finalmente, sería un crimen hablar de personajes y dejarse en el tintero a los tres co-protagonistas: Irene (Cayetana Guillén
), Ernesto (Juan Gea) y Salvador (Jaime Blanch). Ellos dirigen el Ministerio del Tiempo con estoicismo y mano izquierda, haciendo concesiones aquí y allá debido a la naturaleza del trabajo que desarrollan los funcionarios (por cierto, Ernesto es un clon conceptual de Dar Adal). Pero me quiero centrar en Irene, cuyos méritos (además de los interpretativos y narrativos) pasan por haber sumado a la visibilidad y normalización de la comunidad gay en un canal de tradición rancia y viejuna como La Primera. ¡Ya iba siendo hora!

En cuanto al tono, la serie trabaja el drama de maravilla, como demuestra el fantástico doble episodio dedicado al sitio de Baler. Sin embargo, la cota de diversión alcanza los topes cuando le dan al cachondeo sin mirar atrás. Hay capítulos desternillantes, como el que sucede en el convento de Montserrat, que saca a relucir la vis cómica de Angustias (el nombre en sí ya tiene guasa) y del gran "Pacino". El mote corresponde a un rudo policía de la transición que ha dejado huella en la serie por momentos geniales y una interpretación muy fresca de Hugo Silva. El tira y afloja de los creadores y la cadena para aumentar el presupuesto es de sobras conocido; de ello depende que volvamos a ver a nuestro madero favorito, que entró como sustituto temporal y se metió a los seguidores en el bolsillo. ¡Queremos más Pacino!



 

Como decía, el humor es una constante en el Ministerio del Tiempo. Está aderezado con guiños, cameos y una retahíla de referencias a otros productos de ficción, algo que ciertos críticos no acaban de ver con buenos ojos. No lo entiendo: en una serie americana aparece Jimmy Kimmel de refilón (por decir a alguien) y nos parece un gesto súper simpático, la mar de vanguardista, muy 2.0; aquí sale Jordi Hurtado y resulta que somos unos rancios, que siempre tiramos de las mismas paridas. O se lanza una referencia bastante marciana aprovechando que tenemos por ahí a Ramón Langa como comandante de los tercios ("¡Yipikayei, hideputas!") y hay quien lo menosprecia por rebuscado e incomprensible. Tampoco lo entiendo. Los americanos hacen series para americanos que, mira por dónde, se consumen internacionalmente y tenemos la "obligación" de empaparnos de su cultura y referentes. El Ministerio del Tiempo es una serie hecha en España para que la disfruten los españoles, sin complejos y cuánto más frikis, mejor. En cualquier caso, ¿es necesario entender cada frase o broma de una historia para disfrutarla? ¿Pilláis al vuelo cada broma de The Big Bang Theory?

En esta misma línea, los homenajes a géneros cinematográficos y obras específicas son otra seña de identidad de la serie: tenemos uno fabuloso dedicado a Atrapado en el Tiempo o varios "momentos Tarantino". ¡Qué grandísimo todoterreno es Nacho Fresneda y cuán épico puede resultar Alonso De Entrerríos (¡con traje y espada!) cuando le regalas una cámara lenta! Aunque no siempre aciertan ese juego de espejos con Cuarto Milenio se tornó redundante y pesadito, a pesar de a lo inventivo del punto de partida, en general dan en la diana gracias al atrevimiento formal y un dominio ejemplar del formato televisivo.

¿Todo esto quiere decir que El Ministerio del Tiempo es perfecta? En absoluto. No existe ni una sola obra de ficción que trate con elegancia las consecuencias de una disrupción espacio temporal. A la que le das dos vueltas, cualquier premisa se viene abajo como un castillo de naipes en mi opinión, la más consistente es Primer, pero os invito a discutirlo. El Ministerio no es una excepción. Pienso que en esta serie trabajan sobre la teoría de que el tiempo no se puede cambiar y que los viajes que realizan las patrullas están contemplados en el devenir de los acontecimientos sus intervenciones suelen redundar en que todo sea como debía ser... es decir, ¿no fue siempre así aunque ellos lo ignoren?. Los creadores han dado fuerza a esta idea con el final de la S1, incluso el de la S2 (tremendo capítulo) o algunas frases y conceptos, pero discutir este punto se aleja de mi propósito en esta entrada. En cualquier caso, la serie expondrá su propia lógica interna tarde o temprano.




Después está el que la mayoría de problemas a los que se enfrentan quién ha hecho algo que no debía y por qué puerta se ha escapado se resolverían colocando cámaras en los pasillos. En serio, es un recurso del que tiran bastante y no se sostiene de ninguna manera. Sería tan fácil de desechar como explicar que el magnetismo de las puertas distorsiona las grabaciones... o cualquier otra cosa porque, sinceramente, creo que no importa en tanto que demuestren una consciencia de hacia dónde se dirigen y que saben cómo llegar allí.

El Ministerio del Tiempo podría alinearse con la peyorativa e injustamente llamada "ciencia ficción blanda", cuyo mayor exponente es Star Wars (o, quizá para este caso, Doctor Who). Para ello aboga por el entretenimiento, la aventura y el humor con una pincelada puntual de drama. Lo hace con mucho oficio, apoyándose en un puñado de fantásticos intérpretes, y con un grado admirable tanto de orgullo como de autocrítica.

Por todo lo expuesto, pros (los más) y contras (los menos), creo que El Ministerio del Tiempo mola. Me suena haberlo dicho al principio... ;)

¡Saludos!

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