18 de febrero de 2017

Cine: "La La Land / La ciudad de las estrellas"

Whiplash me pareció fascinante, me gusta Emma Stone y me encanta Ryan Gosling. ¿Qué podía fallar? Esta vez, ¡nada! Cuando se junta tanto talento y cada pieza está en perfecta sintonía con las demás, el resultado es una maravilla como La La Land.

Ya es raro que diga algo así porque tengo escaso aprecio a los musicales. Me pone de los nervios la gente que canturrea, silba o se pone bailonga sin motivo. Como comprenderéis, todo esto tiene una mala traslación en mis gustos cinematográficos. Por ejemplo, detesto que los personajes rompan a cantar sin más (marca del género) o que todos se sepan una canción improvisada con coreografía incluida (otro sello distintivo).

Ojo, que las historias que hablan sobre música son algo distinto. Ahí tenemos la obra de John Carney (superlativo en Begin Again y Sing Street) o la citada Whiplash, obra maestra sobre el talento y la obsesión. En ella, Damien Chazelle revela el lado más oscuro del artista, de naturaleza sádica y casi perversa… justo en las antípodas de La La Land, donde cantan y bailan como si no hubiera un mañana. ¡Es el maldito abecé de los musicales! Sobre el papel, tenía todos los ingredientes para que ni me planteara que existe, pero Whiplash me impactó de tal modo que hubiera querido ver cualquier película dirigida por Chazelle.


Me alegro de haber confiado en el joven director porque quedé atrapado por La La Land desde la primera escena. Se trata de una impresionante coreografía en plano secuencia (homenajeada en los Globos de Oro) que sienta las bases del tono y da pie a los dos protagonistas. Como siempre en el cine, Mia y Sebastian podrían haber sido encarnados por, al menos, un puñado de intérpretes —casi ocurre, por cierto—. Sin embargo, viendo la película da la impresión de que eso es imposible: la simpatía contagiosa y un poco friki de Stone; el carisma arrogante pese al punto loser de Gosling... la química entre ellos hace que salten chispas. No en vano es la tercera película en la que se los empareja románticamente; siete más y estaremos ante los nuevos Fred y Ginger (gracias, Wikipedia :p).


La trama gira en torno a ellos, al camino que han elegido y los sacrificios que éste exige. Mia sueña con triunfar como actriz aunque, mientras el momento se pospone entre audiciones deprimentes plagadas de pelirrojas, tiene que conformarse siendo camarera en Los Angeles. Seb es un melómano del jazz que aspira nada menos que a impedir la muerte del género abriendo su propio garito y deleitando al mundo con su habilidad al teclado. Entretanto, lo mejor que le sale son bolos en restaurantes pijos para tocar el repertorio de Navidad. Cuando sus vidas se cruzan y surge cierta conexión…
"Creo que debería decirte algo ahora, antes de que se convierta en un problema. Odio el jazz".
¡Oh, el conflicto! Por supuesto, también brinda la oportunidad de que nos metamos en la piel de Mia y Sebastian nos contagie su pasión por el jazz. No tengo ni idea de música, pero basta con dejarse guiar un rato por la batuta de un Carney o un Chazelle para intuir que ellos, sí, o al menos para mí lo fingen de maravilla.


En el apartado técnico, la cámara se mueve sin cesar: avanza, retrocede, sortea brazos y piernas, y se convierte en un bailarín más de las exigentes coreografías que pueblan el metraje. Por suerte, la forma sirve al fondo, por lo que en otras ocasiones se limita a seguir con suavidad un íntimo dueto de claqué, desde una distancia prudente. Siempre está en el lugar perfecto.

Probablemente el mayor atrevimiento de La La Land sea lucir un clasicismo de pies a cabeza en una época llena de post-movimientos, neo-estilos y deconstrucciones varias. En mi opinión, es una película ágil, divertida y entrañable que te transporta a otra época y a otra manera de hacer cine.

¡Saludos!


Reflexiones de bar:

1) El Rey León (musical encubierto, como buena parte del catálogo de Disney) es una de mis películas favoritas, lo reconozco. Pero tengo una teoría: pertenece a ese lugar especial que se nutre de calidad, infancia y nostalgia. Que no sea horrible y te pille cuando toca, vamos. ¡Con esta ya van dos musicales!

2) O quizá me he hecho mayor. Quizá me he vuelto afable y tolerante... No, calla, que es acordarme de ese tío del bar que no deja de entonar murmurando MUY ALTO y ya visualizo cómo le arranco la tráquea. Luego pienso en los anormales que escuchan música a todo trapo en el metro sin auriculares. Aunque eso es otra historia... una para The Punisher.

3) Para acabar con una nota buenrrollera (en honor a La La Land), invoco de nuevo el poder de Begin Again, Sing Street y Whiplash. Comparten el amor por la música desde perspectivas muy distintas. Me encantaría extenderme con ellas —desde luego se lo merecen—, pero solo alcanzo a recomendaros que las veáis si tenéis ocasión.

5 de febrero de 2017

Cine: "Comanchería / Hell or high water"


Vista desde fuera, la América profunda parece un imposible mundo en declive. Allí perviven vestigios del pasado, peleando aún a sabiendas de que tarde o temprano desaparecerán arrollados por la modernidad.
—En pleno siglo XXI y estamos alejando 300 cabezas de ganado de aquel incendio. Con razón mis hijos no quieren saber nada de esta locura.
Entretanto, la pobreza se extiende, implacable, haciendo mella en quienes se dejan la piel trabajando la tierra. Es el escenario perfecto para historias marginales, con carreteras infinitas que piden a gritos pisar el acelerador y huir sin mirar atrás. En este infierno olvidado vive Toby Howard (Chris Pine), hastiado de que la miseria se cebe con los suyos y dispuesto a remover cielo y tierra con tal de romper el ciclo: sus hijos tendrán una vida diferente.

Para saldar la deuda antes de que el banco les arrebate el rancho familiar, Toby ha planeado una serie de atracos de perfil muy definido. Como único aliado cuenta su hermano mayor, Tanner (Ben Foster). Sin preguntas ni juicios. Sangre de tu sangre para desatascar a la familia, ¿quién mejor? Recién salido de prisión —y sin miedo de volver si la oportunidad lo merece—, Tanner no descartará la ocasión de echarle sal a la vida y, de paso, llevárselo todo por delante. Es leal hasta la médula, pero tan impredecible como un revólver en manos de cualquiera de los pintorescos personajes que pueblan la árida Tejas. Este cóctel explosivo le convierte en una extraña pareja para su contenido (y hasta ahora ejemplar) hermano pequeño.  


Si los Howard son como la noche y el día, igual de disonante es la pareja de rangers encargada de darles caza. Marcus Hamilton (Jeff Bridges) es un viejo lobo con un pie y medio en la jubilación. Capturar a quien quiera que sea que anda armando revuelo en su territorio podría ser la última oportunidad de dejar el listón bien alto, ni que sea por fastidiar a Alberto Parker (Gil Birmingham), su paciente compañero de fatigas de ascendencia Cherokee y blanco del incansable toma y daca racista de Marcus —curiosa forma de expresar que en el fondo le aprecia—.

La trama salta de unos a otros y perfila un retrato nítido de los 4 personajes. Mediante miradas al horizonte y noches en vela se palpa el miedo a la soledad (y al aburrimiento) de Hamilton. Pese a las medidas desesperadas, el terror de Toby es que todo siga igual... En lados opuestos de la ley, comparten el sacrificio por lo que creen que es correcto. En este sentido, el relato encara sin miedo el rol delincuente de los hermanos Howard e invita a reflexionar sobre las implicaciones de nuestros actos.
—Hablas como si no fuéramos a salir de ésta.
—En la vida he conocido a alguien que no pagara por lo que ha hecho. Jamás. ¿Y tú?

En cualquier caso, queda claro que el bien y el mal son una cuestión de perspectiva, de dónde está el norte de nuestra brújula moral. 


La película del escocés David Mackenzie es un western crepuscular moderno que no deja títere con cabeza. De herencia clásica, aprovecha la menor grieta para hábilmente dinamitar el sistema imperante. Cada palabra es un balazo; cada silencio pesa como el plomo. Los actores están perfectos. Es hermosa en su decadencia. No sobra ni falta nada. En mi humilde opinión, Comanchería es una película magnífica.


Reflexiones de bar
:

1)
Ved esta película pero ya.

2) Dedicado a Cosette:
"Regardless of the advertising campaigns may tell us, we can't have it all. Sacrifice is not an option, or an anachronism; it's a fact of life. We all cut off our own limbs to burn on some altar. The crucial thing is to choose an altar that's worth it and a limb you can accept losing. To go consenting to the sacrifice".
(Tana French, The Likeness)