La
idea era salir del círculo de recomendaciones para probar algo nuevo: ciencia
ficción bien valorada y, requisito imprescindible, recién escrita. ¿Qué se
cuece en la ficción actual? Esa es la pregunta a la que quería responder. En Casa del Libro habían montado varios expositores dedicados a literatura de
género; entre ellos había una novela de portada sobria llamada La ciudad embajada (Embassytown), de China Miéville, ganadora del premio Locus 2012
a mejor novela de ciencia ficción. Os dejo con la sinopsis, sacada de la página oficial:
"En un futuro lejano, los humanos han
colonizado un planeta remoto, Arieka, habitado por los enigmáticos ariekei,
seres sensibles e inteligentes conocidos por hablar una lengua totalmente
insólita en el universo. Los únicos humanos que han dominado esta lengua son un
cuadro limitado de embajadores. La protagonista, Avice, una colona humana, no
habla el idioma de los ariekei, pero forma una parte indeleble de esta lengua.
La llegada de un nuevo embajador a Arieka
trastornará profundamente el frágil equilibrio en el que conviven humanos y
extraterrestres. Avice se verá obligada a cuestionar ciertas lealtades: hacia
un marido al que ya no ama, un sistema del que ya no se fía y un idioma que
ella no habla pero que se expresa a través de ella. Al avecinarse un cataclismo
de proporciones incalculables, intentará hacer lo imposible: comunicarse
directamente con los alienígenas."
Miéville
es un autor británico que lleva una década cosechando buenas críticas y
obteniendo los más prestigiosos galardones en el campo de la fantasía. Palo que
toca, palo que acierta. Las referencias sobre el autor y la novela eran
excelentes y las opiniones de los lectores en Goodreads iban a la zaga; como el
tema me atraía lo suficiente, me puse manos a la obra. Pese a un estilo
elaborado, la incapacidad de atraparme más allá de lo técnico ha convertido la
lectura en un tedio. Para mí, La ciudad embajada tiene dos grandes
problemas: la validez de la propuesta y Avice, la protagonista de la novela.
Hay
quien opina que es irrelevante sobre qué verse una obra de ciencia ficción pues
al final todas hablan de la humanidad y reflejan aspectos de nuestra sociedad.
No es el caso de La ciudad embajada, desde luego. Uno de sus
grandes temas es cómo el lenguaje modifica el pensamiento; por lo tanto, el
lenguaje y sus tropos son un aspecto esencial de la obra: en la trama se genera
un conflicto directamente relacionado con lenguaje cuyo tratamiento alcanza la
categoría de tesis doctoral y que aquí funciona como premisa. Lo aceptas y
entras en la historia o no lo haces. Tengo a Miéville (y a cualquiera con
sentido común) por una persona inteligente que, antes de adentrarse en aspectos
teóricos, sin duda habrá llevado a cabo una exhaustiva investigación para no
patinar. No obstante, el propio autor ha declarado en entrevistas que, al
tratarse de ficción y ciencia ficción, puede lanzar preguntas sin preocuparse
de aportar respuestas o ser necesariamente consistente con el mundo real. Para
mostrar mi desacuerdo, expongo que esto no es un thriller donde el escritor se
salte a la torera algún paso crucial de la policía científica (o mezcle labores
departamentales sin darle importancia, como ocurre todo el tiempo en televisión) porque al fin y al cabo busca entretener
o contar cómo su protagonista cae en el abismo. En esta novela el lenguaje, su
comprensión y análisis son DETERMINANTES y, por lo tanto, su tratamiento no debe ser tomado a la ligera.
Algunos
lectores considerarían un atenuante el tener a una protagonista que quitara el
aliento. Tampoco es el caso. Hay advertencias en foros sobre cuánto cuesta
superar el tercio de libro; una vez conseguido, dicen, la recompensa es
inconmensurable. Bien, ese primer tercio que narra la infancia de Avice Benner
Cho es mi parte favorita de la historia. Miéville nos introduce en los
entresijos de la Ciudad Embajada de modo imaginativo, ya que el punto de vista
es el de una muchacha de unos 10 años y está escrito en primera persona (con la
dificultad que esto conlleva). La pequeña Avice es valiente y audaz, cualidades
que acaban por involucrarla con los Anfitriones de una forma que tardará mucho
en comprender. Cuando abandona su ciudad natal y, ya adulta, regresa con una
mejora en su status quo (profesional cualificada, visitante de mil mundos), nos
encontramos con un personaje que desde mi punto de vista es indescifrable e
incomprensible.

Hay
muchas teorías al respecto, pero podríamos generalizar diciendo que la primera
persona suele ser una puerta al mundo interior del narrador. Avice Benner Cho
se parece más a una observadora supuestamente objetiva que un poco por
casualidad se encuentra donde ocurre la acción. Ella misma se muestra
sorprendida de que el Consejo de la ciudad no solo le permita estar ahí sino
que además valore toda sugerencia que pueda aportar. Otros personajes de peso
también la toleran y consultan asuntos de relevancia con ella. Avice resulta
ser una pieza clave en todo lo acontecido en la novela pero... no sabemos por
qué. Algo similar ocurre con algunas de sus decisiones: "no comprendo cómo
acabé ahí pero el caso es que ahí estaba" (no es una citación literal... pero casi). Tanta gratuidad se convierte en
repetitiva y frustrante; el guión avanza a golpe de coincidencias. Además,
Avice es un personaje despreocupado sin interés en lo que ocurre a su
alrededor; no obstante, por alguna razón (imprecisa, como siempre) acaba siendo
uno de los ejes en el mayor evento sociopolítico ocurrido en la historia de su planeta.
No es que le pasen muchas cosas, es que las cosas pasan donde está ella. Cuando
al final decide entrar en acción, traza un plan para el que sabemos que no está
cualificada para planear ni llevar a cabo (dado el caso, habría correspondido
claramente a otro personaje).
En
conclusión, La ciudad embajada me ha parecido densa y profundamente
aburrida. Su moderada extensión (no alcanza las 450 páginas) se me hizo
interminable: a la mitad ya había perdido el interés por lo que quisiera
contar. Lo atribuyo a que el tema, pese a que por su rareza fuera lo que me
atrajo en un principio, domine de forma tan rotunda al resto de elementos y la
balanza se desequilibre. Es una de esas novelas que odio encontrarme porque
hacen que deje de leer, que invierta dos meses en algo que ocupa, a mi lento
ritmo diario, unas tres semanas.
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Las portadas UK de Macmillan son una gozada |
No
obstante, debo reconocerle a Miéville varios puntos de interés, siendo los más
relevantes un dominio imponente del lenguaje y el haber creado un mundo con
personalidad, coherente con lo arriesgado de la propuesta. En el futuro me
gustaría retomar al autor con una obra menos alienante. Él afirma que la mejor
toma de contacto con su escritura es La ciudad y la ciudad (The city and the city), la
investigación de un asesinato que se lleva a cabo entre dos mundos idénticos pero enfrentados.
Según sus fans es La estación de la calle Perdido (Perdido Street Station), primera de una
trilogía fantástica steampunk (cuyo segundo acto, The Scar, es
su obra mejor valorada). Si tenéis opiniones o conocimiento de primera mano, no
dudéis en compartirlo. Por mi parte, os recomiendo evitar La ciudad
embajada a menos que os guste arriesgar y no tengáis otra cosa con lo que
hacerlo.
¡Saludos!