3 de febrero de 2013

Cine: Skyfall, El Hobbit, El lado bueno de las cosas, Los miserables, Las ventajas de ser un marginado, Resident Evil Retribution, Vida de Pi, Argo

Mis queridos nueve lectores, casi medio año ha hecho falta para volver a poner el blog en marcha. En lugar de torturaros con devaneos personales ―no merecéis que os haga eso―, voy a invertir nuestro tiempo en recuperar el pulso con una criba rápida de algunas películas que me hubiera gustado comentar en su día. Sin más que añadir, ¡manos a la obra!

Olvidarse de la enrevesada trama de Quantum of Solace no pudo ser un acierto mayor. Poner a Sam Mendes tras la cámara, tampoco. El director maneja con maestría los puntos fuertes de Bond, un icono con medio siglo sobre los hombros. También sabe dotar de humor a su controvertido deje sexista con donaires de híper macho ―que, por cierto, Daniel Craig borda como nadie lo hacía desde Connery―.

Bardem disfruta y nos hace disfrutar con un rubísimo antagonista de altura; Judi Dench se lleva las mejores frases en lo que casi podría calificarse de “buddy movie” y los personajes nuevos aportan sangre fresca: la continuidad está garantizada. Además de tener el título perfecto, Skyfall es, en mi opinión, una de las mejores películas del agente 007.
  
Todo correcto, sin más. Entretenida. No es lo bastante ligera para honrar a la novela de Tolkien ni tan épica como para aceptar la descarada unión espiritual que Peter Jackson fuerza con El Señor de los Anillos. ¿Qué costaba dedicar tres horas a una película entrañable, sin mayor pretensión que el deseo de aventuras? ¡Y qué decir sobre que al final esta sea la primera de tres partes! ¡Tres! Polémicas al margen, aunque siempre sea un placer transportarse a la Tierra Media guiados por el mago Gandalf, me ha faltado algo (que no es metraje). Ahora, lo de siempre, a esperar.      


Bradley Cooper y Jennifer Lawrence están magníficos pero, lo siento, no pegan ni con cola ―aunque él se conserve en formol, ella sigue pareciendo una cría a su lado―. De Niro está pasadísimo, como viene siendo habitual desde que ni él mismo se toma en serio, y Jacki Weaver dota al filme de alma. De ella depende que esta familia disfuncional no se desintegre día sí y día también, ¡pobre mujer! Lo mejor, para mí, son los brotes de ansiedad del amigo de Pat cuando le da por desfogarse sobre su vida y su matrimonio (ese retrato en la sala de estar a lo American Pie… genial).  

Silver Linings es tan bipolar como sus protagonistas: lo que comienza como un estudio de los lazos afectivos en el seno de una familia golpeada por la enfermedad mental se convierte de forma gradual en una comedia romántica al uso, con baile y todo. ¿Conclusión? No sé por dónde cogerla.


Debo de estar hecho de pasta de boniato porque el drama lacrimógeno de las navidades me dejó frío, frío, frío... El arranque con los esclavos cantando “Look down” mientras el amenazador Javert (Russell Crowe) controla desde la muralla, cual ave de presa, es tan contundente a nivel escenográfico y musical que casi todo lo que le sucede va cuesta abajo. Por otra parte, Hugh Jackman es un Jean Valjean de primera y hay buenos momentos, por supuesto, como el ya mítico “I dreamed a dream” ―señores académicos, dénle ya el Oscar a Anne Hathaway y no se hagan de rogar, por favor―, “Master of the house” (los Thenardier son tronchantes) o "The confrontation", el duelo/dueto entre Valjean y Javert en el lecho de muerte de Fantine. Regresando a lo negativo, el romance entre Cosette y Marius es soso a más no poder (como ellos), algunos secundarios como Éponine y Enjolras están desaprovechados, a ratos se me hizo aburrida y no comparto la insistencia en esos primerísimos planos tan de ópera televisiva. Una vez vista, me doy cuenta de que me bastaba con el tráiler.


Stephen Chbosky debuta en la dirección adaptando su propia novela, The perks of being a wallflower, y sale más que airoso del intento. No deja de ser otro acercamiento a lo dura que es la adolescencia en los institutos americanos, pero el autor construye un grupo de personajes tridimensionales que no suponen un insulto a la inteligencia del espectador. Además, ubicar la historia al inicio de los 90 la aleja de la invasión tecnológica actual y le da una cierta aura de nostalgia, de disfrutar de las pequeñas cosas ―las referencias gafapastosas abundan, of course, que si no estos chicos no serían lo bastante cool―. 

El final tal vez se vaya un poco por las ramas y, aunque nos ayuda a comprender mejor los episodios psicóticos de Charlie, no encaja bien con el resto de la historia. No obstante, es algo insignificante en un trabajo que destaca por el buen trabajo de sus actores (genial Ezra Miller como Patrick y solvente Emma Watson como Sam) y la visión fresca, nada moralizante, que Chbosky tiene del proceso interno que va de la adolescencia a la primera edad adulta. Dadle una oportunidad, no lo lamentareis.


Paul W. S. Anderson ―no le confundáis con Paul Thomas Anderson― tiene la suerte de estar casado con Milla Jovovich. Ella, por la misma razón, tiene que protagonizar estas películas si no quiere mal ambiente en casa a la hora de la cena. Resident Evil: Retribution es el pedazo de mierda más grande que he visto en una pantalla de cine en lo que va de siglo.


A esta película le veo dos problemas principales. El primero es que después de ver el tráiler (parcialmente engañoso) queda poco espacio para la sorpresa visual, uno de sus mayores atractivos. El segundo es que pone altísimo el listón de la expectativa al afirmar, de buen comienzo, que creeremos en dios después de conocer la historia de Pi... Por un momento creí estar viendo una película de Shyamalan (a día de hoy, algo muy malo). Si le perdonamos este farol, sorprende ver cómo se las ingenian para entretenernos con una barca perdida en alta mar ocupada por un muchacho... y un tigre. Con todo, hubiera preferido saber menos de esta odisea marina y más de la infancia de Pi, ese muchacho curioso e inteligente cuyas vivencias se nos muestran como un homenaje a la tradición oral india, tan próxima al realismo mágico. Sin pensar que sea mala, no se la recomendaría a nadie que aprecie.

Por cierto, sigo sin creer en dios :p   

¡Y con la tercera hizo la carambola! Ben Affleck es un maestro. Me tragaría con gusto una película sobre la migración del calamar californiano si la dirigiese él. Con todo, debo decir que las licencias dramáticas que se toma esta historia basada en hechos reales son completamente innecesarias (Tony Méndez separado y prácticamente alcohólico, las persecuciones, etc.) y dejan un molesto regusto traicionero. En cualquier caso, es una lacra que palidece a la sombra de la recreación de los años 70 o de la tensión y crispación conseguida gracias a las interpretaciones de su abundante plantel actoral. Pese a ser la que menos me gusta de sus tres películas, objetivamente es un incuestionable ejercicio de buen cine: emocionante, sugestiva y rodada de forma ejemplar. 

Se comenta que Affleck tiene entre manos la adaptación de Apocalipsis (The Stand), la macro novela fantástico-apocalíptica de Stephen King… El que pretenda anticipar los pasos de este hombre lo tiene crudo. 


Y hasta aquí llega el repaso cinéfilo de esta entrada. En la siguiente, Django Unchained.

Es un placer estar de nuevo con vosotros.

¡Saludos!