Ha acabado Friday Night Lights. Con un par de renovaciones inesperadas y cinco temporadas a sus espaldas, NBC ha cerrado una de sus series más queridas y alabadas en un capítulo final de sesenta minutos donde se han atado casi todos los cabos sueltos. Pocas series llegan tan lejos y con tanta clase: los de Dillon pueden estar contentos.
Como detractor del drama desatado, si algo agradezco a FNL es el haberse mantenido alejada de la lágrima fácil. La paraplejia de Street, asunto espinoso, fue llevada con total dignidad; la muerte del padre de Saracen, devastadora; nadie ha sufrido enfermedades terminales y las situaciones en las "familias desestructuradas" se han desarrollado en el terreno de lo tolerable (abortos, exconvictos por duplicado y demás). De hecho, pese a la dureza de algunos temas es una serie optimista que nos habla de buena gente, y el finale ha concordado con este espíritu positivo.
En efecto, hemos tenido final feliz en casi todos los frentes. Sin embargo, creo que como cierre fue más satisfactorio (en cuanto a coherencia con los personajes) el de la tercera temporada, y en global ha bajado el listón de la cuarta, de mayor intensidad emocional y social. Supongo que, además, como me atrae la épica de los perdedores, ver a los Lions arrastrándose por el barro (literalmente) me pareció más interesante que el camino de rosas mostrado en la quinta. ¡Menudo equipazo, el del Coach Taylor! Demasiado bueno para solo un año de rodaje, ¿no? En su afán por contar sin mostrar, la victoria de los Lions y el dulce destino de los personajes se muestran mediante una elipsis de ocho meses, magnífica. Aunque ha habido refriegas a nivel interno, claro, surgidas del ego descontrolado de Vince o de un arrebato de juego sucio ante la adversidad (con Billy Riggins como “ideólogo”), pero nunca dudé de que el muchacho terminaría reencauzándose o que los Lions rugirían de nuevo con elegancia. Por otra parte, he echado en falta la amenaza durmiente que representaban los Panthers, encabezados por ese idiota en el que previsiblemente se había convertido J.D.

¿Por qué J.D. no ha sido el rival a batir en un brazo a brazo contra Vince? Esa es otra de las cosas que FNL hace a menudo... Discutiendo con Tami, Coach comenta de refilón que los McCoy ya no están en la junta de los Panthers, como si fuera vox populi, y se quedan más anchos que largos. Aunque al menos hay que agradecer que dieran una explicación, pues peor fue lo que hicieron con Santiago: fin de temporada y... ¡puf! Nunca más se supo de él. Ni siquiera una mención del tipo “tuvo que mudarse pero habla con Buddy a menudo” o “mira, pese a las apariencias, las drogas y su gente le tiraban más que el football y murió de sobredosis en un callejón”. Nada. Como si no hubiera existido.
Comprendo que no se explique cada detalle de lo que ocurre en una trama ―la serie no avanzaría entre tanto secundario―, y es normal que los actores se marchen a otros proyectos; unas veces para regresar, otras, no (la dictadura del mundo real). Entiendo también otros recursos, pero cuando se emplean de esta forma suenan a deus ex-machina de última hora para forzar la narrativa (la decisión de Coach y su antagonismo con Joe McCoy, ya inexistente) o a excusa para desarrollar tramas del personaje más repelente de FNL solo porque es el único actor disponible o porque “toca” que siga ahí. ¿Adivináis quién? Sí, amigos, ni más ni menos que la hijísima, Julie Taylor.

Julie, Julie... qué petarda eres, niña. Parece mentira que de una hembra como Tami Taylor haya salido semejante bicho. Si no habían seguido a nadie en su aventura universitaria, ¿por qué hacer la excepción precisamente con ella? Tras su tontería con el profesor cuasi-pedófilo, la muchacha se deja caer por Chicago y resulta que no deja de pensar en Saracen... ¿Mandeloqué? Las líneas de Julie han sido, de largo, lo más duro de tragar de toda la serie. Confieso que soy un rencoroso y aún no le he perdonado lo del sueco, aunque pasara en una segunda temporada tan lejana como en general olvidable, así que casi me muero cuando Matt se arrodilla para pedirle matrimonio. Adoro a Saracen pero lo de este chico es auténtico mal ojo ―aunque creo que en realidad es un plan urdido con maestría para estar más cerca de Tami Taylor... sí, definitivamente tiene que ser eso... ;p―.
Esto me lleva a los ansiados retornos, donde ha habido un poco de todo. A Matt le van bien las cosas en Chicago y confía más en sí mismo ―¡hasta le planta cara al Coach!―; Riggins ha salido de prisión e intenta rehacer su vida; y Tyra se ha apuntado a la campaña "Si pasas por Tejas, fóllate a Tim", tan de moda entre las bellezas de Dillon ―¿este chico no estaba colgado de Layla?―. Tras el profundo y emotivo discurso de Tyra al final de la tercera temporada, pensaba que la chica había aprendido a poner la razón por delante del músculo. Por desgracia, me equivoqué. Ya sé que dejó tirado a Landry en aquella carretera, pero realmente esperaba que retomaran su relación, aunque fuese como amigos; no obstante, ni siquiera comparten un mísero diálogo. Su confesión de estar enamorada de Tim desde los cinco años me sonó a out of character, a anti-narrativa, a dar un paso adelante y dos atrás. La reaparición de Landry toma cuerpo mediante una micro-escena con Matt, con lo que devolvemos a un grandísimo secundario a la posición de salida, al banquillo en el que nunca debió estar: es la cruz de ser el feo entre tanto aspirante a modelo. Lástima.
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A Landry le prohibieron salir en esta foto |
También confieso (en una línea análoga de pensamiento) que no comprendo la fascinación general por Tim Riggins. Antes pensaba que tanta cerveza le ralentizaba las neuronas, que era tonto, vamos (entrañable y bonachón, también, como su hermano, pero irremediablemente tonto); ahora, además de corto, estaba amargado tras su paso por la cárcel. Me alegra que recuperara sus monosílabos quejumbrosos para el último capítulo ―cada cual a su ritmo, oye―. Lo que hizo por su familia fue una pasada y ni por un segundo le estoy quitando mérito pero, al contrario que Landry, goza de un físico apolíneo, deseable para el público y amortizable para la cadena, que le garantiza una buena ración de tiempo en pantalla. Llamadlo envidia, si queréis; I don’t care.

Siguiendo con los personajes, para hacer incorporaciones en la última temporada y que no sean un pegote hay que tener un plan perfectamente trazado, cosa que no ha ocurrido con Hastings, Buddy Jr. o Epyck: los tres comenzaron con buen pie pero pronto perdieron fuelle. El primero, alguien ajeno al football, nos ofreció dos saltos y una sonrisa picarona. Punto. El hijo de Buddy (acierto increíble de casting) nos regaló un momentazo con su padre con aquel “¡¿Hijo, cómo puedo ayudarte?!” y de ahí al olvido; no sé vosotros, pero yo me preguntaba qué hacía en las juergas nocturnas con Vince y Luke ―le hacían pagar las birras, fijo―. Y Epyck ha sufrido los efectos del reverso tenebroso del “altruismo metomentodo” de Tami Taylor: no solo no la ayuda sino que a la pobre chica la cambian de instituto otra vez, su mayor temor. Vista la aportación del trío, se los habrían podido ahorrar y dedicar el tiempo a… no sé, ¿a Landry? Un último concierto de los Crucifictorius hubiera sido brutal ;>

Tal vez creáis que estoy siendo demasiado duro, hilando demasiado fino. Pues no y sí. Lo dicho arriba son todos los defectos que la serie tiene, no en la última temporada y el capítulo final sino en su trayectoria completa. ¿Queréis que la comparemos con Lost? Je. Por lo demás, Friday Night Lights ha sido una serie excelente y ejemplar. Al final, se han atrevido a quitarle la sábana al fantasma que se escondía en Dillon: el machismo de Eric Taylor. El Coach es un tipo honesto, implicado, rudo, trabajador… y pone palos en las ruedas de Tami cada dos por tres. Su "Who's gonna make me dinner?" fue toda una declaración de intenciones por parte de los guionistas; probablemente la semilla se plantó con aquel "I miss the Coach's wife" y la genial réplica mordiente de Tami, "I have yet to know the Principal's husband". Qué buenos momentos nos han brindado los Taylor y cuánto se les va a echar de menos… En estos últimos capítulos ha surgido entre ellos una tensión que ha puesto a prueba la fortaleza de su relación pero, igual que con los arrebatos de estrella de Vince, nunca temí por ellos. Perdón, casi nunca: a él le cuesta tanto tomar la decisión de irse a Philadelphia con Tami que por un instante creí que no lo haría. De ser el caso, ni ella ni yo se lo habríamos perdonado. No contento con romper estereotipos, Coach se lo curra y da un empujoncito a la carrera de entrenadora de Jess, otro de los grandes personajes de la segunda época de FNL.
Ése es otro de los méritos de la serie. A diferencia de Hastings & Co. (un mal menor), otros han logrado ser tan importantes como lo fue la primera generación en solo dos temporadas: Vince, Jess, Becky y Cafferty. Durante la cuarta se centraron mucho en Vince Howard, en el "Dillon negro", los suburbios, la otra cara de la moneda; Jess, aunque no fuese un gladiador en el campo de juego, tenía tanta garra como él; Becky se abría paso con su ternura y Cafferty quedó desdibujado. Aceptando que Luke no tenía el carisma ni la presencia de Vince, al final han equilibrado parcialmente la balanza y han jugado a que el todo fuese mayor que la suma de las partes: las parejas.

Tengo los “ships” en baja estima, la verdad vaya por delante, pero FNL es experta en romperme los esquemas. ¿Una serie sobre football en el Tejas profundo? ¡Bahhhh! ¿Yo interesado en parejitas? ¡Por favor! Viendo FNL y admirando a los Taylor aprendí a morderme la lengua, solo para mordérmela otra vez con Matt y Julie (a ratos), Tyra y Landry (sniff...), y ahora con la amazona Jess y Vince (otro revés para Landry), con los inocentes Luke y Becky y los extrañamente adorables Billy y Mindy. Este par han tenido una evolución de lo más curiosa a lo largo de la serie, de plantearte qué diablos hacían juntos a ser inseparables. Las frecuentes miradas asesinas de Mindy hacia su marido (un hombre de ideas peregrinas) lo dicen todo, pero tanto para ella como para nosotros es imposible no adorar a Billy Riggins. Mete la pata a menudo, muy a menudo… nunca con mala intención. Como ya han señalado otros bloggers, la relación de esta pareja con Becky funda los cimientos de lo que podría ser el relevo natural de los Taylor en el noble arte de ayudar al prójimo ahora que estos se marchan. Dos de las escenas finales más emotivas son para ellos: la despedida de Becky y Mindy, bajo cuya apariencia de tía dura late un corazón enorme; y los hermanos Riggins, por fin en paz, construyendo la casa de Tim y brindando por una vida próspera (y legal) en Tejas.
Friday Night Lights tiene un carácter propio, calmado y reflexivo, con el que ha reflejado la atmósfera particular y endogámica de Tejas, de la que sorprendentemente ha sabido hacernos partícipes. Sufrimos con los Panthers y después con los Lions, siempre de la mano de los Taylor, y nos preocupamos por los problemas y alegrías de un grupo de adolescentes en su camino a la madurez. Con su buen hacer, se ha ganado el respeto de la crítica y el cariño del público semana a semana durante cinco años hasta ser considerada un ejemplo de cómo lidiar con las emociones, de cómo perfilar personajes inolvidables (gracias a un formidable elenco actoral), tan humanos que escapan de la pantalla y se cuelan en nuestras vidas... Tal vez no sea una serie perfecta, pero tampoco lo necesita.
Dillon, you’ll be missed.
¡Saludos!