1 de agosto de 2017

Cine: "Dunkerque"


Christopher Nolan apunta tan alto, toca tantos palos y apuesta por su visión tan a lo bestia que sus últimas películas se pueden negociar en términos de "vale, pero ¿sí o no?". Unos priman los méritos; otros, el tiro errado. La incontinente épica emotiva de Interstellar, la grandilocuencia risible de Batman, el surrealismo escheriano de Inception... Como en todo, la elección termina siendo fruto de filias y fobias subjetivas. Para mí, lamentablemente, Dunkerque es un "no".

Es fácil identificar las virtudes con las que ha cautivado a la critica de forma unánime. Entra por los ojos como prodigio visual (las escenas de vuelo son sublimes), con efectos especiales de tal nivel que el espectador se olvida de ellos y puede sumergirse en la tramaa esto vuelvo enseguida
. El acercamiento al género bélico también es atractivo: tierra, mar y aire; una semana, un día y una hora. Vivimos tres historias en tres tiempos que ilustran diferentes facetas de la guerra contra un enemigo casi invisible. El director impone de nuevo la narrativa dislocada, marca de la casa, para dotar de la cadencia deseada a cada pieza de este drama coral.


Pero, como suele decirse, la técnica debe estar al servicio de la historia... y aquí no hay historia a la que servir. Nolan, cómodo en la franja de las dos horas y media, ofrece su película más breve hasta la fecha con 99 minutos sin créditos. Hubiera podido durar indistintamente 99, 70 o las casi 3 (breves) horazas de Interstellar en función del número de situaciones agonizantes que quisiera mostrar, pues no existe desarrollo de personajes. Los diálogos también escasean: si en otras cintas Nolan sufría de verborrea expositiva, en Dunkerque se pasa de frenada y confecciona algo próximo a una película muda.

Los protagonistas carecen de trasfondo y, salvo un par de pinceladas, de ellos solo sabemos lo poco que dictan sus acciones. Hay algo poético en ese aviador solitario; se intuye la nobleza en ese padre que acata fielmente las órdenes del gobierno... pero son espejismos de humanidad en una cinta más interesada en ensalzar conceptos (el deseo de supervivencia, la llamada del deber) que a individuos. Es la guerra, al fin y al cabo, plagada de reacios soldados anónimos
el bando al que pertenecen tiende a ser circunstancial. Aunque asumo que es una decisión voluntaria, cuesta horrores implicarse con personajes tan sobrios como la pátina gris que ensombrece cada plano.

Además, se exige al espectador que tenga conocimiento previo del conflicto narrado (la Operación Dinamo), pues los mecanismos dedicados a facilitar su comprensión son mínimos. La parquedad puebla el relato. No soy un entendido de la Segunda Guerra Mundial, conque la mera recreación de los hechos no basta para retener mi atención: a la media hora ya me daba igual lo que pasara en pantalla, por muy bien filmado y editado que estuviera o por mucha talla que luciera la negra silueta de Kenneth Branagh en contrapicado al filo del muelle (por lo visto ahí no caían bombas :p).



Por otra parte, la banda sonora de Zimmer habita en las antípodas de la imagen. Es un tema repetitivo y machacón que no cesa ni un instante, acompañado de un infame tic-tac que embota los sentidos y reclama el protagonismo que los personajes rehúsan. Esto genera una contradicción grave, pues a ratos parece que la música va por libre y en la trama no sucede nada merecedor de esos crescendos infinitos * por ejemplo, en Interstellar había una inversión emocional que peleaba por cada nota. No discuto que sea un efecto técnicamente impecable, pero a mi poco cultivado oído le suena igual que... el ruido.

* Por si os interesa profundizar: http://www.independent.co.uk/arts-entertainment/films/news/the-shepard-tone-dunkirk-hans-zimmer-video-scale-score-soundtrack-christopher-nolan-inception-a7862211.html

Para no perder terreno, los efectos de sonido son literalmente ensordecedores. ¿También es el resultado de retratar el horror de la guerra en primera persona? Obviamente, ignoro cómo suena que te bombardeen, ametrallen y torpedeen desde cualquier ángulo, pero sí tengo la certeza de que varias escenas ganarían en intensidad si el sonido extradiegético desapareciera. El propio Zimmer ha sabido cuándo cerrar el pico en casos memorables (como el duelo final de Gladiator), mientras que la banda sonora y los efectos de sonido de Dunkerque, por abrumadores y excesivos, llega un punto en que simplemente molestan.



Ojalá los supuestos protagonistas incordiaran igual, porque al menos sentiríamos algo por ellos. Donde había empatía, ahora hay distanciamiento y la sola promesa de una experiencia audiovisual per se (muy ruidosa, insisto). A ratos, la deriva narrativa y humana hace que esto parezcan tres documentales sobre la Segunda Guerra Mundial cosidos por la fuerza en lugar de un todo cohesionado. Sin desmerecer el brillante apartado técnico, prefiero al Nolan friki sin ínfulas de Oscar.
 

Reflexiones de bar:

1) Un día de estos, a cualquier espectador le reventarán los tímpanos de la mano de un Nolan o un Villeneuve. Podríamos ser tú o yo, lector.


2) ¿De qué huye George? ¿A nadie más le recuerda a Song Kang-ho?

3) Tengo un conflicto (eso de lo que esta peli huye) con la conclusión de la línea de Dawson / Peter / George, pero no quiero entrar en spoilers ―también me chirrían las escenas finales―. Si alguien se anima, nos vemos en los comentarios (iré sacándoles el polvo y las telarañas a ese rincón oscuro del blog, ¿sí? ^^).

4) Tom Hardy se pasa otra película entera con bozal (a este respecto, los chistes han colapsado la red). Ay, Christopher, pillín fetichista...

5) Para esta crítica de #Dunkirk de #Nolan, he omitido deliberadamente las palabras #Spitfire y #Stuka. ¡Jamás me encontraréis, arañas de Google! :p

18 de mayo de 2017

Alien: Covenant


Las películas de Alien se enmarcan tan bien dentro del subgénero "películas de Alien" que dejan poco margen de maniobra. Sinopsis estándar: los tripulantes de la Loremipsum acaban por accidente en el planeta Dolorsit Amet 9, donde demuestran un cociente intelectual inferior al requerido por el cargo que ostentan y mueren víctima de la amenaza xenomorfa uno a uno. Alien - Covenant sigue al pie de la letra esta premisa con cero sorpresas... lo cual la convierte, bajo sus propios parámetros, en una película de Alien cojonuda. El problema es que todo esto ya lo hemos visto antes.

Ridley Scott es, probablemente, uno de los mejores directores que existen. Competente, ambicioso, versátil y con un ego incontenible, al hombre no le falta de nada. Pero en Covenant he echado de menos el riesgo que le define en otros proyectos (para bien y para mal). Esta vez ha ido sobre seguro y ha rodado imágenes de belleza plástica incuestionable al servicio de una historia plana e, insisto, calcada a otras iteraciones. El único giro de la trama, por llamarlo de algún modo, dejará frío a los seguidores de Star Trek - La nueva generación... si hasta el porqué es exactamente el mismo.

Por otra parte, los personajes están desdibujados. Tengo la impresión de saber más de Jake que de Daniels (ella parece definida por su relación con él), y es imposible acordarse de uno solo de los miembros del equipo —llevar un sombrero de vaquero no te hace especial—. Además, se desperdicia el potencial de conflicto con la fe del capitán, un Billy Crudup al que su papel se le queda pequeño. A diferencia de ésta, en Prometheus se hacía un esfuerzo por expandir la mitología y crearse un universo propio, Noomi Rapace lo daba todo, y Charlize Theron e Idris Elba tenían donde agarrarse. El nexo entre ambas historias es la grandeza de Michael Fassbender, a quien Alien: Covenant está dedicada. Otra vez.



El androide más cabrón de la galaxia se ha erigido en el alma de la franquicia. En mi opinión, no podían haber elegido con más tino pero, por desgracia para la resurrección de la saga, me interesa más la historia de subversión de la IA que cualquiera de las apariciones del xenomorfo. No es por el tema en sí, sino por el buen hacer y la intensidad que Fassbender inyecta a todo lo que hace (¿Quién hubiese dicho que el terror sucumbiría al carisma?). La materia prima goza de una imaginería potente, pero creo que el uso de piloto automático tiene un límite. ¡Hablamos de Sir Ridley Scott, nada menos! Cuando veo al director, la gente implicada y los medios disponibles, pienso en la película que Covenant podría ser y —lejos, muy muy muy lejos de despreciar su calidad— no es.

¡Saludos!

23 de marzo de 2017

89ª edición de los Oscar


Aprovecho la entrega de los Oscar para dar un par de apuntes sobre algunas categorías. Sin más, vamos a por ello:

ACTOR PRINCIPAL
Casey Affleck (Manchester by the Sea)

Andrew Garfield (Hacksaw Ridge) / Ryan Gosling (La La Land) / Viggo Mortensen (Captain Fantastic) / Denzel Washington (Fences)

Empezar por esta categoría me viene de fábula para desquitarme con Manchester by the sea: ¡menuda castaña! Junto a Silencio, es lo más chungo que hemos visto recientemente. Casey Affleck se ha alzado con la estatuilla gracias al típico papel dramático con el que los críticos se mean del gusto. ¿Affleck lo hace bien? Transmite el estar hecho polvo por dentro y por fuera, ciertamente. ¿Se merece el premio? Para mí, no, la verdad. Estoy hasta el moño del galardón al "trastorno más logrado" (podrían llamarlo así y dejarse de historias). También admito que hay factores por los cuales me pesa dicho reconocimiento a este actor en particular —ver las "Reflexiones de bar" al pie para más señas—, y se lo hubiera entregado gustosamente a cualquiera de los otros cuatro nominados... incluso sin haber visto tres de las películas.


Por cierto, entre los nominados hay una ausencia imperdonable: Sunny Pawar, el joven (y adorable) Saroo de Lion. ¡Con 8 años es capaz de marcarse semejante papelón!




ACTOR SECUNDARIO
Mahershala Ali (Moonlight)
Jeff Bridges (Hell or High Water) / Lucas Hedges (Manchester by the Sea) / Dev Patel (Lion) / Michael Shannon (Nocturnal Animals)

Si el galardón a actor principal a veces huele a chamusquina, con el de secundario es imposible saber de qué palo irá la Academia. Hay una especie de Ley de la Inercia Cinéfila en Temporada de Premios© por la cual se recompensa en bloque a varias categorías de una misma película. Las afortunadas de este año eran La La Land, Moonlight y Manchester by the Sea. De entre los nominados —esta vez sí las he visto todas— me calaron especialmente Jeff Bridges y Michael Shannon. Por otra parte, del primero podría decirse que hace lo mismo de siempre; del segundo (un huracán de actor), que Nocturnal Animals no ha generado esa inercia que comento y de la que también hubieran podido beneficiarse Amy Adams, Jake Gyllenhaal o Aaron Taylor-Johnson. Finalmente, el Oscar ha recaído en Mahershala Ali por su papel de Juan en Moonlight. Dudo que sea la interpretación más destacable de esta (buena) película —¿qué hay de Little, Chiron y Black?—, aunque insisto en que buscar la lógica a esta categoría es como querer acertar el Gordo.



ACTRIZ PRINCIPAL
Emma Stone (La La Land)
Isabelle Huppert (Elle) / Ruth Negga (Loving) / Natalie Portman (Jackie) / Meryl Streep (Florence Foster Jenkins)

Me hubiese encantado haber visto Elle para decir algo que sospecho: que Isabelle Huppert está estupenda y el premio servía de reconocimiento tanto al papel como a su trayectoria. Bajo ese misma prisma, se lo habría podido llevar Meryl Streep, aunque también intuyo (hoy voy de pitoniso, pues tampoco he visto Florence Foster Jenkins) que ha habido mejores ocasiones. Lo de Ruth Negga, perfecta en la contemplativa Loving, hubiera sido raro por aquello de llegar y besar el santo, pero seguro que volvemos a saber de ella, o al menos así lo espero (de momento, disfrutémosla en Preacher).

Entonces, ¿quién ha hecho sombra a Streep y Huppert? En primer lugar, Natalie Portman, un animal del cine a quien nada queda por demostrar. Personalmente, tengo nulo interés en un biopic sobre Jacqueline Kennedy, aunque admito a regañadientes que el trailer tiene buena pinta. We'll see. Y Emma Stone, que pese a su juventud atesora unas cuantas dianas en su variada filmografía. Era difícil no caer rendido por su encanto en Supersalidos (sí, sí echo la vista atrás... aunque es fácil que el recuerdo lo nuble un tal McLovin), por su registro camaleónico en Rumores y mentiras, por su energía en Birdman, o hasta por su Gwen Stacy de corte nerd (más Stone que Gwen y todos contentos con ello). Obviamente, me faltan bastantes —me interesa recuperar The Help y Zombieland—. Si entre estas películas hay una constante es que la actuación de Emma Stone sobresale. En La La Land, hacia la que me deshice en halagos aquí, simplemente está de diez.


ACTRIZ SECUNDARIA
Viola Davis (Fences)

Naomie Harris (Moonlight) / Nicole Kidman (Lion) / Octavia Spencer (Hidden Figures) / Michelle Williams (Manchester by the Sea)

El glorioso cine Renoir se mostró inmisericorde con Fences, a la que sacó de los horarios de tarde antes de que tuviéramos tiempo de verla. Por ello, mi deuda cinéfila con Viola Davis sigue pendiente. El caso de Figuras ocultas se resume en cero promoción, algún póster en paradas de autobús y listos. Es una de esas pelis que no sabes que existe hasta que se cuela en tal o cual lista... y ya es tarde, otra vez. ¿Distribución limitada acorde a estudio de mercado centrado en interés del público objetivo? Como espectadores, somos unos racistas de tomo y lomo; en efecto, los protagonistas de ambas películas son actores y actrices negros. Por lo visto, al director de Moonlight, Barry Jenkins, le preguntaron dónde estaba la gente blanca, a lo que él respondió algo parecido a "en la audiencia, idiota" (he intentado encontrar el artículo original y no hay manera).


Gracias al reconocimiento internacional de la crítica, Moonlight ha corrido mejor suerte y hemos podido disfrutar de la intensa interpretación de Naomie Harris. Estoy convencido de que estaba en segundo puesto —de haber sido una película, esa noche podrían haber cantado su nombre—. Que Michelle Williams se haya colado en la lista es de risa: me recuerda al caso de Judi Dench, que se llevó un Oscar por, visto en perspectiva, hacer de Judi Dench en Shakespeare in Love durante un par de escenas (ese clásico porte airado que tanto nos gusta). Finalmente, la nominación de Nicole Kidman también era previsible después de los Globos de Oro, aunque creo que ella sí merecía competir por la estatuilla. Tanto el papel de Kidman como el de Naomie Harris son, desde mi punto de vista, papeles secundarios ejemplares, que calan y son esenciales para definir la personalidad de la película.

 

LARGOMETRAJE ANIMADO
Zootopia

Kubo and the Two Strings / Moana / My Life as a Zucchini / The Red Turtle

Cuando uno escucha a Cosette hablar de Zootopia tiene la certeza de que los personajes animados en 3D (zorro y coneja, para más señas) tienen tanto que ofrecer como el más incombustible actor de método. El amor que ella y otros profesamos a esta película hace que no solo nos parezca natural que haya ganado el Oscar en la categoría de largo animado, sino que nos planteamos por qué narices no está nominada a mejor película. A secas. Y con opciones claras a primera posición. (¿qué tontería es ésa de Moonlight? :p).



Entre sus incontables virtudes, Zootopia goza del mimo de los artesanos de Disney, un guion a prueba de balas que tontea con el noir (sorprendente) y, por encima de todo, está plagada de personajes carismáticos muy pero que muy... humanos. Sin abandonar la senda del humor, trata con profundidad inusitada temas como el racismo y los prejuicios; se nota que sus protagonistas, para variar, han dejado atrás los problemas de acné (Judy tiene 24 y Nick, 32). Zootopia fue la sorpresa animada de 2016, ya que se concibió como una de las películas "menores" del estudio —Disney no trabaja a pequeña escala—. La auténtica apuesta era Moana, una película entretenida y muy recomendable, pero Zootopia es una delicia con muchas más capas de lo que a simple vista parece, de visionado obligado para los que gozamos del buen cine sin etiquetas.


DIRECCIÓN
La La Land (Damien Chazelle)

Arrival (Denis Villeneuve) / Hacksaw Ridge (Mel Gibson) / Manchester by the Sea (Kenneth Lonergan) / Moonlight (Barry Jenkins)

Un año más, la categoría de dirección es un campo de nabos. La sorpresa es que en esta edición hay un nabo negro (poco a poco, Hollywood, poooco a poooco). Sobre Manchester by the sea ya he malgastado suficientes líneas —llega a ganar Lonergan y me cuelgo—. A Arrival se las dedico en la siguiente categoría y, como no tuve ocasión de ver Hacksaw Ridge (sorry, Mel!), solo quedan La La Land y Moonlight, las grandes rivales y triunfadoras de la noche. 


Es probable que La La Land no fuese lo que es sin el empeño de Damien Chazelle, un cineasta de lujo que ya demostró ampliamente su valía en Whiplash. Me cuesta ser objetivo porque La La Land me robó el corazón y se convirtió en uno de los pocos musicales que tolero —después de ver La Bella y la Bestia, ratifico dicha opinión—. Como premio de consolación es respetable, ya que a Chazelle le privaron de llevarse el de...

MEJOR PELÍCULA
¡Suicide Squad! Ya que se equivocaban de tarjeta, ¡que lo hubieran hecho a lo grande! ¿Os imagináis? A los mandamases de Marvel/Disney les da un soponcio antes de que enmienden la patinada... En fin, con esto se cubr el cupo de amenidades de cada gala. 


MOONLIGHT, película ganadora de la 89ª edición de los Oscar
Finalistas: Arrival / Fences / Hacksaw Ridge / Hell or High Water / Hidden Figures / La La Land / Lion / Manchester by the Sea

De las nominadas, solo me falta comentar Arrival. La he reservado para el final con mucho cariño: ¡qué película tan sobrevalorada! Según la entiendo, hay que hacerle demasiadas concesiones y, para colmo, es tramposa en la construcción del personaje principal. Eso sí, está contada con mucha gravedad, caras largas y diálogos crípticos pretendidamente profundos —un poco la misma mierda que a ratos se fuman en Westworld—. Al final todo es una chorrada mayúscula que a duras penas se aguanta con pinzas, ¿no? Pues no: doble turno de reverencias a director y película, más tratamiento en los medios de obra maestra de la ciencia ficción. ¡Anda ya! Sin compartir en absoluto tal consideración y con el afán de ser constructivo, en Arrival aprecio la contención interpretativa de Amy Adams (intachable en el papel de la doctora Banks), que el lenguaje ocupe un lugar central en la trama (cosas de filólogos :p) y un diseño de producción espectacular. De Villeneuve solo he visto Sicario, una historia sólida que disfruté, y no hago más que escuchar halagos hacia Incendies, Prisoners y Enemy (pendientes). Si ya digo yo que el hype es mala cosa… que Arrival supuso un chasco, vamos. No obstante, su habilidad como director salta a la vista y tengo curiosidad por ver qué hace con Dune y Blade Runner.

 

Finalizado el repaso, el académico que llevo dentro habría premiado a:
1. La La Land
2. Comanchería (Hell or high water)
3. Moonlight

 

He dejado Lion fuera de este podio porque creo que la segunda parte de la cinta no está a la altura de la primera (dominada por un Sunny Pawar gigante), aunque es el tipo de historia un poco sensiblera que encanta a los premiadores profesionales. El resto no las he visto o no creo que merezcan estar ahí.
 

No voy a extenderme más con las gracias de La La Land —la red está sobresaturada (de haters también)—, pero sí lo haré con Comanchería: se merecía más. Se merecía ALGO. Es una película magnífica que ha pasado por las salas sin pena ni gloria, más allá de la buena acogida crítica. En cualquier caso, ambas historias se mueven en parámetros de lo ya visto; no trascienden ni rompen convenciones como sí lo ha hecho Moonlight.
 

La película de Barry Jenkins es una experiencia sensorial que cataliza emociones con un lenguaje único, una paleta de colores rica y personal (el juego de luces y texturas juega un papel determinante). Moonlight abandona la senda comercial en lo plástico y lo narrativo. Es un viaje en falsa primera persona: desde la mirada de Chiron presenciamos un relato fragmentado que frustrará a quienes necesitan todas las piezas para que algo tenga sentido. ¿Acaso la vida ofrece todas las respuestas?

De vez en cuando, un trabajo bien hecho y el boca-oreja logran que un colectivo minoritario reciba visibilidad y, con ello, (re)conocimiento y, si el momento es oportuno y la sociedad no está tan loca como de costumbre, aceptación. En ciertas ocasiones, la Academia capta las vibraciones, sale de la zona de confort y las amplifica. Méritos cinematográficos al margen, los Oscar son una maniobra publicitaria como cualquier otra, estudiada al milímetro, pero no tenían por qué hacerlo: lo fácil, cómodo e incluso esperable era premiar a La La Land… pero a veces (¡solo a veces!) hasta los privilegiados entienden que es más importante ayudar a abrir camino. ¡Enhorabuena, Moonlight!
 

¡Saludos!


Reflexiones de bar:
 

1) En plan off-topic, cada vez me cuesta más separar al artista de la persona. Por ejemplo, en lugar de celebrar cada tontería que hace, estaría bien que Hollywood condenase abiertamente la pedofilia de Woody Allen, pero es más fácil mirar hacia otro lado. Que Clint Eastwood se haya revelado como el facha definitivo me da bastante asco, pero al fin y al cabo vive en un país que mira hacia la derecha (que fuera un Trump supporter me partió el alma). Pues sobre Casey Affleck recaen acusaciones muy serias que, si de mí dependiera, le lastraban la carrera de un plumazo. Mezclo churras con merinas, lo sé (o no), pero el blog es mío y me lo foll...
 

2) "City of Stars" se ha llevado el Oscar a mejor canción, aunque yo la veo más como un tema de personaje(s) que va evolucionando con ellos. Personalmente, prefiero "Someone in the crowd", acorde a la energía que irradia la película (me va lo movidito, yep). Como mínimo, no ha ganado un tema celindionesco de esos que empachan.
 

3) Puedo vivir con que Sing Street no haya recibido ninguna nominación "seria", pero me fastidia que en el apartado musical también se quede a dos velas. "Drive it like you stole it" tiene un aire ochentero irresistible y nivel para arrasar en cualquier lista.
 

4) Ya que estamos a vueltas con el sonido, ¿Dennis Villeneuve pretende que nos quedemos sordos con sus películas? En el caso de Arrival, mucho ruido (literalmente) y pocas nueces. 

5) Con Oscars o sin ellos, tengo la impresión de que el 2016 fue un año de buenos títulos. ¿He ido más al cine —y el balance va a peso— u os pasa lo mismo?

9 de marzo de 2017

Cine: "Vivir de noche / Live by night"


Ben Affleck es un tío listo. Un Oscar al mejor guion no se gana por casualidad con 25 años —sí, en su día yo también atribuí el mérito en exclusiva a Matt Damon—. Tampoco se dirigen así como así tres títulos como Adiós, pequeña, adiós, The Town y Argo, con (otro) Oscar de regalo a mejor película. Una podría ser suerte, ¿pero las tres? Nah. Entre murciélagos con rímel y demonios en leotardos a veces cuesta ver la luz pero, como decía, Affleck es un tipo espabilado. Entonces, ¿cómo no se ve un grano en la cara del tamaño de su mandíbula?

Disculpad, divago. Es que Cosette y yo vimos Vivir de noche y salimos contrariados del cine. Se trata de una historia de gánsteres ambientada en plena Ley Seca, conque el punto de partida a mí ya me tenía ganado. Quizá no innova en la recreación del mundo del hampa, algo complicado porque mucho y muy bueno se ha hecho ya, pero se nota que Affleck respeta el género y se ha esforzado en dotar a la película de solidez visual y abusar de los clichés solo lo justo. Por ejemplo, la cinta adopta la voz en off en primera persona y las familias enfrentadas con sus respectivos capos.



La cinta narra la trayectoria de Joe Coughlin, veterano de la Primera Guerra Mundial, desde sus inicios como matón en los bajos fondos de Boston. Casualmente, también es el hijo del superintendente de policía (Brendan Gleeson), lo que genera un conflicto de intereses por ambas partes porque Joe no oculta su querencia por las prácticas criminales. Ciego de amor, tampoco esconde que mantiene un affaire con la amante de uno de los capos (Sienna Miller); es más, planea fugarse con ella en un plan trazado al milímetro. Ya engancha, ¿no? El argumento es una adaptación de la novela homónima del también bostoniano Dennis Lehane, con quien repite tras Adiós, pequeña, adiós.

Además de buscar la inspiración en fuentes literarias y trasladarlas con oficio al lenguaje cinematográfico (dominio de la elipsis, cambios de localización que suman), el director suele arropar sus proyectos con una exquisita galería de secundarios. En Vivir de noche, ésta se nutre del carisma de Brendan Gleeson (siempre magnífico), la contención ardiente de Zoe Saldana, la ambivalencia de Chris Copper, la dulzura de Elle Fanning e incluso de un perfecto y casi irreconocible Chris Messina (por feo) en el papel de Dion, el coleguilla cachondón de Joe Coughlin. Todo parece en orden; es más, lo está. Entonces, ¿qué falla? Pues que Ben Affleck lo hace de pena. 



A su lado, Chuck Norris parece Marlon Brando. Por más que me esfuerzo, no lo consigo entender: te la escriben bien —mira que los biopics tienen miga—, te rodeas de lo mejorcito y la diriges como dios. ¡Pero te cargas cada plano con tu porte de armario ropero y tu careto inexpresivo! El papel de Joe Coughlin exige un abanico interpretativo del que Ben Affleck carece, lo que me lleva a preguntarme si nadie se había dado cuenta de algo tan obvio antes de empezar el rodaje. ¿Para qué sirven los productores y los directores de casting? Es tan exagerado que rompe el hechizo del celuloide y te saca a tortazos de la historia —hay momentos en los que la voz en off resulta imprescindible para entender qué pasa o lo que Joe está pensando—. Si en la reseña de La La Land afirmé que no imaginaba a nadie mejor que Emma Stone y Ryan Gosling para meterse en la piel de Mia y Sebastian, aquí sucede todo lo contrario: pocos actores lo harían tan mal. Ser lo peor de tu propia película tiene que ser jodido.

En conclusión, Vivir de noche simplemente se queda en pasable. Si el papel de Joe Coughlin hubiera recaído en otras manos, pues... nunca lo sabremos. Es una lástima teniendo en cuenta que aspiraba a algo superior, en la línea de la filmografía del director. En adelante, confío en que Ben Affleck centre su energía en las labores de guion, producción y dirección, terrenos donde ya ha probado su valía y tiene mucho que ofrecer. Todos saldremos ganando.

¡Saludos!



Reflexiones de bar:

1) Qué bien debían de quedar esos trajes blancos de tres piezas y el sombrero de fieltro sobre el papel...

2) ¿Soy yo o el acento irlandés de Sienna Miller suena más falso que un billete de madera?

3) ¡Cuán magníficamente rodadas están un montón de escenas! Te hacen pensar por qué Affleck se ha puesto delante de la cámara en lugar de quedarse a petarlo detrás.

4) La plantilla de héroe benaffleckiano comienza a resultar cansina. Invariablemente, es un buen tipo (bueno, majete, buena persona) en una situación de mierda que le empuja (porque él realmente no quiere) a hacer cosas malignas. Ah, y su CI está un poquiiiito por encima del resto de mortales, pero solo lo justo (que se note pero que no moleste). Y, por supuesto, lo interpreta Ben Affleck. ¿Es como se ve a sí mismo? XD

5) Ben, cielo, te digo todo esto porque te quiero. Un traspié (pequeño, todo lo que no es "tú" está bien) lo tiene cualquiera: sigo a tu lado, faltaría más.

18 de febrero de 2017

Cine: "La La Land / La ciudad de las estrellas"

Whiplash me pareció fascinante, me gusta Emma Stone y me encanta Ryan Gosling. ¿Qué podía fallar? Esta vez, ¡nada! Cuando se junta tanto talento y cada pieza está en perfecta sintonía con las demás, el resultado es una maravilla como La La Land.

Ya es raro que diga algo así porque tengo escaso aprecio a los musicales. Me pone de los nervios la gente que canturrea, silba o se pone bailonga sin motivo. Como comprenderéis, todo esto tiene una mala traslación en mis gustos cinematográficos. Por ejemplo, detesto que los personajes rompan a cantar sin más (marca del género) o que todos se sepan una canción improvisada con coreografía incluida (otro sello distintivo).

Ojo, que las historias que hablan sobre música son algo distinto. Ahí tenemos la obra de John Carney (superlativo en Begin Again y Sing Street) o la citada Whiplash, obra maestra sobre el talento y la obsesión. En ella, Damien Chazelle revela el lado más oscuro del artista, de naturaleza sádica y casi perversa… justo en las antípodas de La La Land, donde cantan y bailan como si no hubiera un mañana. ¡Es el maldito abecé de los musicales! Sobre el papel, tenía todos los ingredientes para que ni me planteara que existe, pero Whiplash me impactó de tal modo que hubiera querido ver cualquier película dirigida por Chazelle.


Me alegro de haber confiado en el joven director porque quedé atrapado por La La Land desde la primera escena. Se trata de una impresionante coreografía en plano secuencia (homenajeada en los Globos de Oro) que sienta las bases del tono y da pie a los dos protagonistas. Como siempre en el cine, Mia y Sebastian podrían haber sido encarnados por, al menos, un puñado de intérpretes —casi ocurre, por cierto—. Sin embargo, viendo la película da la impresión de que eso es imposible: la simpatía contagiosa y un poco friki de Stone; el carisma arrogante pese al punto loser de Gosling... la química entre ellos hace que salten chispas. No en vano es la tercera película en la que se los empareja románticamente; siete más y estaremos ante los nuevos Fred y Ginger (gracias, Wikipedia :p).


La trama gira en torno a ellos, al camino que han elegido y los sacrificios que éste exige. Mia sueña con triunfar como actriz aunque, mientras el momento se pospone entre audiciones deprimentes plagadas de pelirrojas, tiene que conformarse siendo camarera en Los Angeles. Seb es un melómano del jazz que aspira nada menos que a impedir la muerte del género abriendo su propio garito y deleitando al mundo con su habilidad al teclado. Entretanto, lo mejor que le sale son bolos en restaurantes pijos para tocar el repertorio de Navidad. Cuando sus vidas se cruzan y surge cierta conexión…
"Creo que debería decirte algo ahora, antes de que se convierta en un problema. Odio el jazz".
¡Oh, el conflicto! Por supuesto, también brinda la oportunidad de que nos metamos en la piel de Mia y Sebastian nos contagie su pasión por el jazz. No tengo ni idea de música, pero basta con dejarse guiar un rato por la batuta de un Carney o un Chazelle para intuir que ellos, sí, o al menos para mí lo fingen de maravilla.


En el apartado técnico, la cámara se mueve sin cesar: avanza, retrocede, sortea brazos y piernas, y se convierte en un bailarín más de las exigentes coreografías que pueblan el metraje. Por suerte, la forma sirve al fondo, por lo que en otras ocasiones se limita a seguir con suavidad un íntimo dueto de claqué, desde una distancia prudente. Siempre está en el lugar perfecto.

Probablemente el mayor atrevimiento de La La Land sea lucir un clasicismo de pies a cabeza en una época llena de post-movimientos, neo-estilos y deconstrucciones varias. En mi opinión, es una película ágil, divertida y entrañable que te transporta a otra época y a otra manera de hacer cine.

¡Saludos!


Reflexiones de bar:

1) El Rey León (musical encubierto, como buena parte del catálogo de Disney) es una de mis películas favoritas, lo reconozco. Pero tengo una teoría: pertenece a ese lugar especial que se nutre de calidad, infancia y nostalgia. Que no sea horrible y te pille cuando toca, vamos. ¡Con esta ya van dos musicales!

2) O quizá me he hecho mayor. Quizá me he vuelto afable y tolerante... No, calla, que es acordarme de ese tío del bar que no deja de entonar murmurando MUY ALTO y ya visualizo cómo le arranco la tráquea. Luego pienso en los anormales que escuchan música a todo trapo en el metro sin auriculares. Aunque eso es otra historia... una para The Punisher.

3) Para acabar con una nota buenrrollera (en honor a La La Land), invoco de nuevo el poder de Begin Again, Sing Street y Whiplash. Comparten el amor por la música desde perspectivas muy distintas. Me encantaría extenderme con ellas —desde luego se lo merecen—, pero solo alcanzo a recomendaros que las veáis si tenéis ocasión.

5 de febrero de 2017

Cine: "Comanchería / Hell or high water"


Vista desde fuera, la América profunda parece un imposible mundo en declive. Allí perviven vestigios del pasado, peleando aún a sabiendas de que tarde o temprano desaparecerán arrollados por la modernidad.
—En pleno siglo XXI y estamos alejando 300 cabezas de ganado de aquel incendio. Con razón mis hijos no quieren saber nada de esta locura.
Entretanto, la pobreza se extiende, implacable, haciendo mella en quienes se dejan la piel trabajando la tierra. Es el escenario perfecto para historias marginales, con carreteras infinitas que piden a gritos pisar el acelerador y huir sin mirar atrás. En este infierno olvidado vive Toby Howard (Chris Pine), hastiado de que la miseria se cebe con los suyos y dispuesto a remover cielo y tierra con tal de romper el ciclo: sus hijos tendrán una vida diferente.

Para saldar la deuda antes de que el banco les arrebate el rancho familiar, Toby ha planeado una serie de atracos de perfil muy definido. Como único aliado cuenta su hermano mayor, Tanner (Ben Foster). Sin preguntas ni juicios. Sangre de tu sangre para desatascar a la familia, ¿quién mejor? Recién salido de prisión —y sin miedo de volver si la oportunidad lo merece—, Tanner no descartará la ocasión de echarle sal a la vida y, de paso, llevárselo todo por delante. Es leal hasta la médula, pero tan impredecible como un revólver en manos de cualquiera de los pintorescos personajes que pueblan la árida Tejas. Este cóctel explosivo le convierte en una extraña pareja para su contenido (y hasta ahora ejemplar) hermano pequeño.  


Si los Howard son como la noche y el día, igual de disonante es la pareja de rangers encargada de darles caza. Marcus Hamilton (Jeff Bridges) es un viejo lobo con un pie y medio en la jubilación. Capturar a quien quiera que sea que anda armando revuelo en su territorio podría ser la última oportunidad de dejar el listón bien alto, ni que sea por fastidiar a Alberto Parker (Gil Birmingham), su paciente compañero de fatigas de ascendencia Cherokee y blanco del incansable toma y daca racista de Marcus —curiosa forma de expresar que en el fondo le aprecia—.

La trama salta de unos a otros y perfila un retrato nítido de los 4 personajes. Mediante miradas al horizonte y noches en vela se palpa el miedo a la soledad (y al aburrimiento) de Hamilton. Pese a las medidas desesperadas, el terror de Toby es que todo siga igual... En lados opuestos de la ley, comparten el sacrificio por lo que creen que es correcto. En este sentido, el relato encara sin miedo el rol delincuente de los hermanos Howard e invita a reflexionar sobre las implicaciones de nuestros actos.
—Hablas como si no fuéramos a salir de ésta.
—En la vida he conocido a alguien que no pagara por lo que ha hecho. Jamás. ¿Y tú?

En cualquier caso, queda claro que el bien y el mal son una cuestión de perspectiva, de dónde está el norte de nuestra brújula moral. 


La película del escocés David Mackenzie es un western crepuscular moderno que no deja títere con cabeza. De herencia clásica, aprovecha la menor grieta para hábilmente dinamitar el sistema imperante. Cada palabra es un balazo; cada silencio pesa como el plomo. Los actores están perfectos. Es hermosa en su decadencia. No sobra ni falta nada. En mi humilde opinión, Comanchería es una película magnífica.


Reflexiones de bar
:

1)
Ved esta película pero ya.

2) Dedicado a Cosette:
"Regardless of the advertising campaigns may tell us, we can't have it all. Sacrifice is not an option, or an anachronism; it's a fact of life. We all cut off our own limbs to burn on some altar. The crucial thing is to choose an altar that's worth it and a limb you can accept losing. To go consenting to the sacrifice".
(Tana French, The Likeness)