23 de enero de 2017

Cine: "Rogue One"


Después de los episodios I, II y III, ni el más insensato de los frikis esperaba algo de una película de Star Wars. Pero, ¡oh!, The Force Awakens fue una aventura potente, capaz de restaurar la fe en el futuro de la saga. El milagro se obró gracias al toque de JJ Abrams, que de entretenemiento sabe un rato y lo mismo te arranca un Enterprise que un Halcón Milenario. Rogue One, del semidesconocido Gareth Edwards, también ha conquistado al grueso del fandom y ha silenciado a quienes veían en ella un subproducto, un mero vehículo pecuniario del nuevo juguete de Disney.

Aunque pertenecer al clan de Mickey signifique pasar por el aro de la explotación masiva (tenemos en cola la juventud de Han Solo y otro título por definir, además de los "episodios oficiales"), también implica disponer de unos medios que en Rogue One lucen al máximo. Los amantes de los X-Wing, Tie-Fighter y demás se habrán deleitado con los espectaculares combates entre estas míticas naves, así como con la recreación de mundos, destrucción de planetas y (otra vez) la Estrella de la Muerte. Los efectos especiales han alcanzado una cota de excelencia que transporta el cine a un nivel fascinante: con talento, tiempo y presupuesto se puede materializar casi cualquier idea imaginable. En estos casos de perfección técnica, el límite se encuentra en la narrativa y los personajes, aspectos donde Rogue One presenta margen de mejora.



El prólogo presenta a Jyn Erso de niña y al villano, Krennic, ocupándose de los asuntos sucios en persona. Es una elección que sitúa el conflicto en el terreno personal (madre asesinada, padre abducido), perfecta para plantar la semilla del inevitable enfrentamiento. Pero, en un afán por complicar lo que funciona siendo simple, justo después de la elipsis (Jyn se hace mayor) dan mil rodeos para que Forest Whitaker se gane el sueldo sobreactuando, que sepamos que la alianza rebelde está escindida y bla bla bla. Con tanto lastre no hay manera de que la historia despegue. Más adelante sucede algo parecido con los numerosos líderes de la revolución, que van desfilando sin ton ni son por la pantalla. ¡Mucho ruido y pocas nueces!

Da la impresión de que se ha querido contentar tanto a fans como a neófitos y el resultado ha sido un cóctel que se atraganta como entidad independiente, demasiado preocupada por conectar con el Episodio IV (como le pasó a El Hobbit... entre otros problemas). Por ejemplo, ahí está la prístina líder Mon Mothma, que goza de popularidad en el universo expandido y, una vez más, ha vuelto a pasar de largo sin pena ni gloria. No sé a vosotros, pero lo que me atrae de Star Wars son los personajes, su sentido de la aventura, la épica de los jedis y las gestas de los héroes de la rebelión... no sus mesas de debate, calcadas de una película a otra.

 

Además, a ratos se siente que el guion avanza por imposición, como las citadas tertulias o alguna decisión justificada a medias: ¿os dejaríais guiar por Jyn Erso en una misión suicida? La escena está bien resuelta (y el comentario de K-2SO no tiene precio), pero no sé en qué momento ella se gana tal grado de confianza, pues va bastante por libre y su convicción fluctúa abiertamente en base a revelaciones sobre un drama paterno-filial metido con calzador. Es más, en la secuencia previa a ofrecerse voluntarios para palmarla, juraría que los miembros del equipo estaban poco menos que mandándola a tomar viento. ¿Escenas eliminadas de por medio, quizá?

Otro cantar es que Jyn sea un poco sosa —duele decirlo porque Felicity Jones es una gran actriz—. Tal vez esperaban que el personaje se empapara por ósmosis de la tragedia que se cierne sobre el destino de los héroes, escrito desde el minuto uno (era eso o que el mando rebelde de la trilogía clásica esconde a sus mejores soldados en un cuartito y prohíbe hablar de ellos). Puede que por esta razón también se hayan animado a hacer de Cassian Andor un tipo más expeditivo de lo habitual: si la redención es inmediata, el riesgo puede ser mayor.

 

Cassian (Diego Luna) y K-2SO me han sabido a poco. Pasan mucho tiempo en segundo plano, lo cual es una lástima porque el interés aumenta a medida que Jyn interacciona con sus compañeros. En lugar de seguir el camino fácil y replicar la dinámica entre Han Solo y Chewbacca, el pirata y el cachondo androide (gracioso en el buen sentido) tienen su propio lenguaje y funcionan en otros términos. De Cassian se menciona un duro bagaje emocional a las órdenes de la resistencia que hubiera sido interesante explorar pero, por desgracia, tenemos que quedarnos con el asesinato a sangre fría del arranque y la certeza de que el Imperio es un monstruo que exige monstruosos sacrificios.

Por su parte, Chirrut Îmwe (Donnie Yen), Baze Malbus (Jiang Wen) y Bodhi Rook (Riz Ahmed) son tres personajes infrautilizados que también daban para más (tener a Donnie Yen para esto...); de nuevo, hay que conformarse con lo que hay y desarrollarlos en nuestra mente a partir de lo que intuimos de ellos. Como consuelo, tienen suficiente carisma para lograr que recordemos que estaban ahí (¡aprende, Hobbit!). Quien sí rentabiliza su presencia es cierto villano icónico, que en dos minuticos muy apañados se asegura de que no olvidemos su paso por Rogue One. Hasta a mí me dieron ganas de hacer la ola ;)

 

Pese a toda la rajada, creo que estamos ante una digna película de Star Wars. Como comento, el envoltorio está ahí y se notan las ganas de hacerlo bien; ojalá sea la tónica de Disney con sus franquicias (como ya lo es con Marvel). Sin embargo, echo en falta vínculos fuertes entre los personajes y motivaciones genuinas. Más allá de empuñar un sable de luz o pilotar un X-Wing, ¿no es el factor humano el matiz que da valor a Star Wars? Hace 40 años que conocimos a Luke, Leia y Han y seguimos hablando de ellos; no solo eso, medimos a los nuevos por el rasero de aquellos. Veremos si esto ocurre con Rey, Finn, Poe y compañía (es pronto para decirlo), pero dudo que la gente recuerde a Jyn y Cassian con tal cariño dentro de una década. El tremendo clímax visual y emocional de Rogue One compensa parte de los baches, pero falta ese "algo" que haría de esta cinta una historia memorable.

¡Que la Fuerza os acompañe!



 

Reflexiones de bar:

1) La primera aparición de Moff Tarkin es magistral, de medio lado y con el rostro dibujado por las sombras en el reflejo del ventanal. Por desgracia, el homenaje se descontrola y se acaban viendo los costurones del efecto digital. Leia, con tanta luz y esos ojos inertes, parece sacada de la intro de un Final Fantasy. Como dice Bisbal, "sí... pero no".


2) Aunque está a punto de caramelo, lo que me lleva al inminente día en que sea "sí", sin peros. ¿Los intérpretes tendrán que proteger sus derechos de imagen real y digital?

"Bueno, Daniel, es una lástima que hayas rechazado la oferta... Pero seguirás siendo Bond de todas maneras, en digital. Mira el lado positivo: siempre estarás joven y guapetón, como ahora. ¡Y te llegará el cheque sin falta! Eso sí, iremos intercalando las tuyas con las de Connery, que no te sepa mal".
Supongo que el futuro del cine nos deparará tantas alegrías como sustos.
 

3) Señalan en foros que Jyn y Bodhi Rook no cruzan una sola palabra en toda la película. Él ha pasado ¿años? con Galen Erso y ha influido en su vida hasta el punto de jugarse el pellejo desertando del Imperio con los planos de la Estrella de la Muerte. No había caído; es un detalle terrible —ejemplo de que Rogue One fracasa en las relaciones interpersonales—.
 

4) Rogue One podría subtitularse "Episodio 3.9". Si van a ser como ésta, que vayan sacando cuantas les plazca, pero ¿mantendrán el nivel? (ya sabéis, Disney y sus secuelas directas a vídeo). De momento, propongo el spin-off del spin-off, con la juventud de Cassian y cómo él y K-2SO se hicieron besties. Y luego el spin-off del spin-off del spin-off, con la mentora de Cassian, que aún no la conocemos pero será un puntazo. Y luego...
 

5) Aunque haya mucho monstruito, al final los protagonistas son humanos ¿Cuándo un verdadero bicharraco alien será clave en el equipo? (como la mano derecha de Saw Gerrera) ¿O acaso abrir camino es exclusiva de los Guardianes de la Galaxia?
 

6) En cuanto a por qué me sorprende (gratamente) el modus operandi de Cassian, tened en cuenta el caso "Han shot first". Por mucho pasado de pirata, contrabandista e hijoputa que se tenga, si te vas con "los buenos" toca arrodillarse en el confesionario.
 

7) Revientan dos planetas, media rebelión es masacrada y tú le mandas los planos de la Estrella de la Muerte a un viejo loco en el desierto que ni conoces ni sabes si sigue vivo (y cuyos planes pasan por reclutar a un adolescente, hijo del mayor asesino de la galaxia y heredero en potencia del lado Oscuro de la Fuerza). ¡Planazo!
 

8) La explicación de por qué un mamotreto como la Estrella de la Muerte peta con un torpedín es brillante. Si no os emociona, como mínimo ahora tenéis una.
 

9) Frase favorita de Galen Erso: "Ya verás, ya" XD
 

10) Por favor, dejemos de ordenar las películas como si fuesen nominaciones a los Oscar. De la mitad hacia abajo la lista es abominable.

16 de enero de 2017

Cine: "Silencio"

Últimamente intento disfrutar de la ficción con el mínimo conocimiento previo posible. Al margen de la atracción hacia tal o cual director o intérprete, esto consiste en no ir más allá de la sinopsis de una serie o evitar el trailer de una película —cuentan demasiado, ¿no creéis?—. Cómo no, a veces el tiro sale por la culata: Silencio, lo último de Scorsese, es un tostón de cabo a rabo. Pero vayamos por partes y veamos los dos minutos de trailer. 

 

Visto a posteriori, sorprende porque anticipa justo lo que NO existe en la película: ritmo, acción, sangre en las venas, ¡música! De hecho, ésta brilla por su ausencia en una elección de parquedad extrema (adiós, cuerda apasionada y desgarradora). Es más, estos dos minutos atesoran cada instante en que la cámara o los personajes se mueven más rápido que un caracol... milagros del montaje, ciertamente. ¡Ni siquiera se reservan el único katanazo que se arrea! El contraste entre trailer trepidante y película soporífera me recuerda a El topo (Tinker Taylor Soldier Spy), salvo que aquella iba ganando ritmo hasta resultar misteriosa y atractiva. Zatoichi sería otro buen ejemplo de cómo mantener el balance entre dos partes diferenciadas de una misma película. Silencio, en cambio, es un suplicio constante de dos horas y media. 

Si no fuera de Scorsese, imagino el batacazo comercial de una película que solo habría congregado a un puñado de fieles, pues habla sobre la fe, las firmes creencias, la compasión y la duda cristiana. Si Dios existe, ¿por qué no se manifiesta y nos ilumina? ¿Por qué no sufre a nuestro lado? ¿Tiene sentido la misión de los jesuitas en Oriente? ¿Judas (también) merece el perdón? Es probable que engrose la lista de historias cuyo debate genera más interés que el visionado o la lectura en sí. 


Pienso que uno no debería comulgar con la doctrina expuesta en una obra para ser capaz de disfrutarla, pero tengo la sospecha de que, como ateo, no hay conexión posible con la historia ni el drama que aquí se plantea. En mi caso, además, la empatía hacia la calidad humana de los padres Rodrigues (Andrew Garfield) y Garupe (Adam Driver) fue esquiva desde el primer minuto. Son el retrato de quienes predicaron y forzaron "la verdad" entre aquellos que la desconocían, sin prestar verdadera atención a las circunstancias de éstos más allá de extender la palabra del Señor. Hay un diálogo del padre Rodrigues particularmente ilustrativo al respecto: 
"Os hemos traído la verdad, y la verdad es universal. Es común a todas las naciones en todas las épocas, por eso la llamamos la verdad. Si una doctrina no fuese tan cierta en Japón como lo es en Portugal, no podríamos llamarla la verdad". 

La arrogancia de Rodrigues sube otro peldaño cuando, en cierto pasaje, se compara nada menos que a Jesucristo. Utilizo ambos ejemplos para exponer una de las pesadas losas de Silencio: la (ya cansina) mirada del hombre blanco en ficción. La cinta se centra en el dolor del padre Rodrigues y su compatriota Garupe, cuando los verdaderos héroes y protagonistas son los campesinos japoneses que se jugaban el pescuezo al convertirse en kirishitan/cristianos —como he comentado antes, no se ahonda en la causa social de dicha conversión—, lo que les exponía a un tormento que Rodrigues elude. Eso sí, la cámara se encarga de que sepamos cómo sufre… desde la barrera. Las agallas de un Mel Gibson hubieran venido bien para contar la historia desde una perspectiva heterogénea —puestos a defender la veracidad, los jesuitas hablarían portugués y castellano—. Con este panorama, era fácil que la empatía fluyera a la inversa, hacia el bando nipón, los supuestos villanos de la historia (fabulosos Tadanobu Asano, Yösuke Kubozuka e Issei Ogata). 


Por parte de lo expuesto, es duro llegar al final de un metraje así de exigente —hasta sus defensores consideran que un tijeretazo le sentaría bien— y que lo único que despierte en tu interior sean bostezos seguidos de un frustrante "¿Y qué?". Me pregunto cuánto de todo ello es intencionado. 

Silencio está bellamente filmada y tras cada plano hay oficio, la plena consciencia de un director que ha dedicado la vida a cultivar el séptimo arte. No obstante, si en lo narrativo Scorsese ha hecho la película que quería hacer, me temo que resulta alienante (por las razones erróneas), redundante y, en definitiva, una pérdida de tiempo. 

¡Saludos!

PD: el cameo de Liam Neeson no compensa, pero ahí le tenemos, bien grandote en el póster. Que no se diga que metieron la pata por el marketing.

10 de enero de 2017

Series: "El Ministerio del Tiempo"


Vaya la conclusión por delante: me declaro totalmente #ministérico (y #cayetaner ❤... ou yeah!).

Así es, mis queridos lectores. Sé que algunos estáis sorprendidos. Yo mismo lo estuve, mientras veía el primer capítulo. Durante los 21 restantes me he limitado a pasarlo bien y a dejarme llevar por esta gran serie de ficción española. ¡Pata negra, me atrevo a decir!


No sé qué fue lo último que vi ni cuánto hace, pero la idea de que las series españolas son malas a rabiar estaba arraigada en lo más hondo de mi ser. Harto del hype, confieso que no vi el piloto tanto para evitar perderme algo bueno sino más bien para certificar que la calidad seriéfila seguía siendo un nicho bien acotado de ficción británica y americana (actitud reprochable, lo sé). ¡Error! ¿Y ahora qué hay que hacer? ¿Revisar toda la producción nacional? ¿Desde qué año?


* Nos pusimos con Mar de Plástico y, tras dos episodios, a mí ya se me pasaron las ganas de seguir (Cosette la toleraba algo mejor).


Si he empezado esta crítica por la conclusión es para que nada de lo que diga a partir de ahora empañe o enturbie mi veredicto: que el Ministerio del Tiempo mola y estoy encantado de que  la renueven para una tercera temporada.


En el piloto nos explican la clásica historia de origen donde conocemos a los protagonistas y de qué va la trama. Julián Martínez (Rodolfo Sancho) vive en 2015 y es un trabajador del Samur hastiado de la vida. Desde que su mujer murió un par de años atrás, se ha volcado en su trabajo, que lleva a cabo de forma algo temeraria. Cuando se cuela en un edificio en llamas porque ha oído voces en el interior, cree ver allí a un oficial del ejército napoleónico. ¿Se está volviendo loco? Amelia Folch (Aura Garrido) pertenece a la clase alta catalana de inicios del XIX y es una de las primeras mujeres de la historia española que asiste a la universidad, donde pese a ser brillante es completamente ignorada. Es una adelantada a su época, clara señal de que tal vez debería aceptar la peculiar invitación que una igualmente peculiar mujer le ha hecho de viajar al futuro. Finalmente, Alonso de Entrerríos (Nacho Fresneda) es un veterano soldado de los Tercios de Flandes que está a punto de ser ejecutado por insubordinación. Ante tal panorama, salvar el pescuezo a cambio de trabajar para un Ministerio del que nunca ha oído hablar y que gestiona actividades como fingir su propia muerte parece un trato razonable.

Los tres forman una patrulla de viajeros temporales cuya principal misión consiste en prevenir alteraciones en la historia de España. En consonancia, el lema del Ministerio reza "El tiempo es el que es" y...

¿Quieres seguir leyendo? ¡Me alegro! Me esforzaré por no reventar demasiado.



SPOILERS (LEVES) A PARTIR DE ESTE PUNTO


Por supuesto, mantener el tiempo como un ente inalterable es un ideal que se quebranta cada dos por tres, voluntariamente o no. Sin ir más lejos, Julián tarda un solo episodio en hacer lo que haría cualquiera de nosotros en su situación (van al grano y mantienen el interés con nuevos giros). Para algunos funcionarios, como Alonso, las dificultades radican en adaptarse a cinco siglos de progreso, lo que va desde utilizar un móvil a que exista la democracia, la igualdad de géneros o los follamigos (hablamos de un tipo que trata a sus semejantes de "vos" y debe ocultar que guarda mayor semejanza con Alatriste que con un urbanita madrileño del siglo XXI). El tormento de Amelia es saberse capaz de cambiar la historia o, simplemente, conocer la propia antes de hora: cuándo y cómo murió/morirá o qué fue/es de los suyos. Su futuro es un pasado que ella aún no ha vivido y parece reescribirse por momentos. ¿Es eso posible?

Cada cual a su manera lleva la carga lo mejor que sabe y, pese a lo variado de sus experiencias, se complementan a la perfección: recién estrenados como viajeros temporales, el trío compuesto por Amelia, Julián y Alonso es "la mejor patrulla del Ministerio". ¿Una pequeña crítica? En dos temporadas no hemos conocido a otra para comparar.

Además de personajes sólidos, las misiones son otro punto fuerte de la serie. En este sentido, siempre han puesto toda la carne en el asador. En el capítulo 3 ya pretendían evitar que Franco revelara el secreto de las puertas del tiempo al mismísimo Hitler. ¿Qué hay peor que el dictador más temible de la historia? Pues los guionistas se las ingenian para que la amenaza o la sorpresa sean la constante. A veces se trata de prevenir la desaparición de momentos históricos, como el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial (para bien o para mal, se insiste en que "el tiempo es el que es").

Como detalle curioso, la serie resulta la mar de pedagógica ya que las instrucciones de cada misión ponen en antecedentes sobre quién es quién y por qué es determinante una intervención. También se prestan a la broma, como cuando casi viajan al pasado para convencer a Gasol de que siga jugando a basket en lugar de hacer la carrera de medicina (que cursó durante unos meses en la vida real). No obstante, la mayoría de episodios consistente en un "¿qué pasaría si?" histórico en versión de disrupción temporal. Por ejemplo, en una aventura deben impedir que Cervantes venda el manuscrito de El Quijote a un grupo de americanos que ha viajado en el tiempo para comprarlo a cambio de una suma indecente; en otra, que Lope de Vega embarque en un navío que naufragará, y así un largo, imaginativo y castizo etcétera (gracias por el ilustrativo zasca sobre María Pita :p). 



Todo esto nos lleva a los secundarios y los personajes invitados: el susodicho Lope, al que dejan como un mujeriego redomado con la manos tan sueltas como la lengua (hay consistencia con acercamientos previos), el Lazarillo de Tormes, el Cid, Colón, Dalí, Buñuel o el empático y visionario Lorca, mi favorito, que contribuye a un final de primera temporada redondo. Por supuesto, no hay que olvidar la colaboración habitual del mayor pintor que jamás ha dado y dará la historia del arte... ¿No? ¿No os viene ningún nombre? ¡Pues Velázquez! ¿Quién, si no? Él no tiene la menor duda :p

Finalmente, sería un crimen hablar de personajes y dejarse en el tintero a los tres co-protagonistas: Irene (Cayetana Guillén
), Ernesto (Juan Gea) y Salvador (Jaime Blanch). Ellos dirigen el Ministerio del Tiempo con estoicismo y mano izquierda, haciendo concesiones aquí y allá debido a la naturaleza del trabajo que desarrollan los funcionarios (por cierto, Ernesto es un clon conceptual de Dar Adal). Pero me quiero centrar en Irene, cuyos méritos (además de los interpretativos y narrativos) pasan por haber sumado a la visibilidad y normalización de la comunidad gay en un canal de tradición rancia y viejuna como La Primera. ¡Ya iba siendo hora!

En cuanto al tono, la serie trabaja el drama de maravilla, como demuestra el fantástico doble episodio dedicado al sitio de Baler. Sin embargo, la cota de diversión alcanza los topes cuando le dan al cachondeo sin mirar atrás. Hay capítulos desternillantes, como el que sucede en el convento de Montserrat, que saca a relucir la vis cómica de Angustias (el nombre en sí ya tiene guasa) y del gran "Pacino". El mote corresponde a un rudo policía de la transición que ha dejado huella en la serie por momentos geniales y una interpretación muy fresca de Hugo Silva. El tira y afloja de los creadores y la cadena para aumentar el presupuesto es de sobras conocido; de ello depende que volvamos a ver a nuestro madero favorito, que entró como sustituto temporal y se metió a los seguidores en el bolsillo. ¡Queremos más Pacino!



 

Como decía, el humor es una constante en el Ministerio del Tiempo. Está aderezado con guiños, cameos y una retahíla de referencias a otros productos de ficción, algo que ciertos críticos no acaban de ver con buenos ojos. No lo entiendo: en una serie americana aparece Jimmy Kimmel de refilón (por decir a alguien) y nos parece un gesto súper simpático, la mar de vanguardista, muy 2.0; aquí sale Jordi Hurtado y resulta que somos unos rancios, que siempre tiramos de las mismas paridas. O se lanza una referencia bastante marciana aprovechando que tenemos por ahí a Ramón Langa como comandante de los tercios ("¡Yipikayei, hideputas!") y hay quien lo menosprecia por rebuscado e incomprensible. Tampoco lo entiendo. Los americanos hacen series para americanos que, mira por dónde, se consumen internacionalmente y tenemos la "obligación" de empaparnos de su cultura y referentes. El Ministerio del Tiempo es una serie hecha en España para que la disfruten los españoles, sin complejos y cuánto más frikis, mejor. En cualquier caso, ¿es necesario entender cada frase o broma de una historia para disfrutarla? ¿Pilláis al vuelo cada broma de The Big Bang Theory?

En esta misma línea, los homenajes a géneros cinematográficos y obras específicas son otra seña de identidad de la serie: tenemos uno fabuloso dedicado a Atrapado en el Tiempo o varios "momentos Tarantino". ¡Qué grandísimo todoterreno es Nacho Fresneda y cuán épico puede resultar Alonso De Entrerríos (¡con traje y espada!) cuando le regalas una cámara lenta! Aunque no siempre aciertan ese juego de espejos con Cuarto Milenio se tornó redundante y pesadito, a pesar de a lo inventivo del punto de partida, en general dan en la diana gracias al atrevimiento formal y un dominio ejemplar del formato televisivo.

¿Todo esto quiere decir que El Ministerio del Tiempo es perfecta? En absoluto. No existe ni una sola obra de ficción que trate con elegancia las consecuencias de una disrupción espacio temporal. A la que le das dos vueltas, cualquier premisa se viene abajo como un castillo de naipes en mi opinión, la más consistente es Primer, pero os invito a discutirlo. El Ministerio no es una excepción. Pienso que en esta serie trabajan sobre la teoría de que el tiempo no se puede cambiar y que los viajes que realizan las patrullas están contemplados en el devenir de los acontecimientos sus intervenciones suelen redundar en que todo sea como debía ser... es decir, ¿no fue siempre así aunque ellos lo ignoren?. Los creadores han dado fuerza a esta idea con el final de la S1, incluso el de la S2 (tremendo capítulo) o algunas frases y conceptos, pero discutir este punto se aleja de mi propósito en esta entrada. En cualquier caso, la serie expondrá su propia lógica interna tarde o temprano.




Después está el que la mayoría de problemas a los que se enfrentan quién ha hecho algo que no debía y por qué puerta se ha escapado se resolverían colocando cámaras en los pasillos. En serio, es un recurso del que tiran bastante y no se sostiene de ninguna manera. Sería tan fácil de desechar como explicar que el magnetismo de las puertas distorsiona las grabaciones... o cualquier otra cosa porque, sinceramente, creo que no importa en tanto que demuestren una consciencia de hacia dónde se dirigen y que saben cómo llegar allí.

El Ministerio del Tiempo podría alinearse con la peyorativa e injustamente llamada "ciencia ficción blanda", cuyo mayor exponente es Star Wars (o, quizá para este caso, Doctor Who). Para ello aboga por el entretenimiento, la aventura y el humor con una pincelada puntual de drama. Lo hace con mucho oficio, apoyándose en un puñado de fantásticos intérpretes, y con un grado admirable tanto de orgullo como de autocrítica.

Por todo lo expuesto, pros (los más) y contras (los menos), creo que El Ministerio del Tiempo mola. Me suena haberlo dicho al principio... ;)

¡Saludos!