26 de mayo de 2012

Series: "Fringe", vulnerando el espacio-tiempo-multiverso


La mitología de Fringe me la trae al pairo. No solo la de Fringe sino la de cualquier serie con el sello Bad Robot: Abrams y sus misterios de partida me tienen frito. No digo que un guionista deba tener atadas las tramas de cinco temporadas antes de rodar un piloto (la tele ya no funciona así) pero, demonios, que al menos el espectador intuya que los responsables sí saben por dónde van los tiros. Fringe no avanza; se mueve. Mucho y a tientas. En el mejor de los casos funciona por arcos, y mejor que no se nos ocurra comprobar qué tal un arco puesto al lado de otro...

¡SPOILERS! 
No sigas leyendo si no has visto completa la cuarta temporada de Fringe

Otra cosa que me toca la moral es que se deshagan de líneas narrativas que no les interesan sin dar ninguna explicación. Como de esto ya rajé hablé en otra ocasión no quiero repetirme, solo voy a centrarme en lo más actual. De entrada parece que se han sacado de encima todo el Red-verse al completo, precisamente lo mejor que ha dado la serie en las últimas dos temporadas: la marcha de Red-Olivia, Nerd-Lincoln y Cool-Lincoln, Asperger-Astrid y Walternate sonó a despedida (a Charlie que le zurzan). Sin embargo, sabiendo que la renovación no estaba garantizada es un movimiento entendible en caso de que finalmente fueran cancelados. Ahora que William Bell campa de nuevo a sus anchas por el Red-verse tengo la esperanza de que volveremos a ver a la versión "salá" de nuestros héroes.

Solo puede quedar uno
Por otra parte, Fringe ha demostrado que no sabe o no quiere lidiar con dos protagonistas masculinos (jóvenes, Walter es un caso aparte). Es como si Olivia se hubiera convertido en un satélite sobre el que deben orbitar hombres y/o intereses amorosos: uno la ama, otro la acompaña; el compañero y el amante. El agente John Scott era una presencia amorosa ausente, lo que dejaba espacio a Charlie... espacio del que Peter se apoderó y hubo que despojarse del verdadero compañero de Olivia (al principio cumplían la misma función). Entonces Peter y Olivia se enamoraron, haciendo del joven Bishop un todo en la vida de la aguerrida agente del FBI. Entonces él desapareció, el Red-verse cogió impulso y Lincoln Lee pasó a merecida primera plana en sus dos versiones... y el show seguía funcionando.

El regreso de Peter supuso la vuelta a una "normalidad" que yo no echaba para nada en falta (ya veis que me he dejado la imparcialidad en casa). ¿Daños colaterales? Los de siempre, el "otro" chico: Lincoln Lee dos veces al carajo. Uno, muerto; al otro, patada. En mi opinión, Peter Bishop es el lastre de esta serie. Tantos esfuerzos por darle importancia y carisma convierten a Fringe en una serie vulgar que, para variar, ha caído en la trampa de elevar el amor a categoría de bálsamo contra todos los males del multiverso. "Mientras los protas se quieran, que reviente todo, oye".

Algún fanático dirá que tiene una retirada a Walter...
Podría malgastar párrafos enumerando cagadas de relativa importancia, así que iré a por la que más me duele: el lío narrativo ha afectado a los personajes. Eso sí que no, mis queridos ocho lectores. Si pese a todas las pegas que le encuentro a Fringe sigo viendo la serie es (era) porque está magníficamente hecha (dicen de ella que es cara y se nota), tiene autoconclusivos brillantes (“White Tulip”, “Marionette”, “One night in October”) y, hasta ahora, sus personajes me importaban. ¿Quiénes son ahora esos personajes? Solo Olivia y Peter siguen siendo los mismos.... creo (Abrams y sus puñeteras constantes amorosas). 
"Érase una vez dos universos: el azul, sobrio y contenido, y el rojo, colorista y expansivo. Pero un buen día Peter Bishop desapareció de la faz del tiempo y se creó el universo ámbar, que nadie sabía muy bien qué narices era". 
Que sí, que el universo ámbar es el azul sin Peter. Si lo piensas dos segundos la situación de partida no se sostiene, se mire por donde se mire es imposible que acabaran en el mismo punto sin Peter de por medio. No es solo eso, que una tía entera como Olivia (en cualquiera de sus versiones) olvide voluntariamente a su propia hermana, su sobrina y todo lo que era y quería porque le gusta un tío apesta a out of character. Esa no es Olivia. Punto.

Todos los caminos conducen a Dragon Ball
Retomo la idea inicial: esto es tele y se improvisa. Lo puedo entender, especialmente cuando se habla de ciencia ficción. Las normas son flexibles. ¡Pero tiene que haber normas! Un pasatiempo que Cosette detesta (aunque sé que en el fondo lo encuentra adorable) es mi afición por usar Matrix y Dragon Ball como bíblias narrativas. Pues ahí va otra... ¿Os acordáis de las resurrecciones en Dragon Ball? ¡Cómo sufrimos la primera vez que Krilin y Mutenroshi murieron a manos del Rey Piccolo! (*) Y qué poco nos importaba cuando alguien estiraba la pata en Dragon Ball Z… Si no era mediante deseos con las bolas de dragón de la Tierra, era con las de Namek o, si no, se inventaban otra cosa y listos. La muerte se devalúa. Los superpoderes, también. La cuarta temporada es a Fringe lo que la saga Z es a Dragon Ball: de mal en peor y bajando. Si la quinta va a ser como Dragon Ball GT, mejor apaga y vámonos.

Sería tremendamente injusto despedir esta entrada con el párrafo anterior (confieso que me ha faltado el canto de un duro). En esta temporada también ha habido cosas magníficas, como el regreso de un villano memorable como David Robert Jones, la presencia siempre reconfortante de Leonard Nimoy e ideas genialmente locas como lo que hacen con Rebecca Madder en el capítulo final ("ding, ding, ding”). Creo que hay luz en el horizonte: 13 episodios son la medida perfecta para un arco conclusivo, BIEN PENSADO, coherente, en el que se cojan los cabos sueltos y se aten sabiendo que, de una vez por todas, será lo último que hagan. El casting puede con lo que le echen, los guionistas han demostrado excelencia en distancias cortas... todo está ahí. Solo hay que estirar la mano y cogerlo.

¡Un saludo!

(*) Parlo del follet Tortuga i d’en Satanàs Cor Petit, amics catalans :p

22 de mayo de 2012

El innecesario regreso de James Emanuel Levenstein

Existe un paralelismo entre American Pie: el Reencuentro y Los Vengadores: has de haberte cascado varias películas para saber verle toda la gracia al asunto. También hay una gran diferencia: la de los supertipos en mallas es buena.

Me considero plenamente cualificado para pontificar a mis anchas sobre American Pie porque soy el target exacto de la saga. Misma edad de los protagonistas, quemado de etapas paralelo, similitudes con mi doppelgänger Jim y (oh, sorpresa) un futuro menos brillante del que habían imaginado... 

Gocé de lo lindo con la primera, una película de esas que marca la adolescencia de una generación. Eché unas risas con la segunda y me sonrojé con la tercera que, supuestamente, daba un cierre a las historias de Jim, Stifler y compañía (ignoro la expansión videoclubera, que me salté sin reparos e hice bien, según tengo entendido). En aquella conclusión centrada en la boda de Jim y Michelle parte de los personajes no aparecía (debieron leer el guión antes de firmar); resumiendo muy mucho, la calidad se la dejaron por el camino.

En Reencuentro se retoma la idea de clausura. De hecho, a ratos da la impresión de que la tercera nunca existió salvo por detalles nimios de continuidad. La excusa para arrancar esta vez es una reunión de antiguos alumnos de la promoción del 99: han vuelto los desaparecidos y se han preocupado de que cada secundario tenga su momento de gloria. Sobre el papel funciona; a la práctica es endeble como un castillo de naipes. ¿Qué falla? Creo que la película sufre de un exceso de caca-culo-pedo-pis, síndrome aquí también conocido como "mal de Steve Stifler".

Stifler, lo de "cagarse en ellos" era una metáfora...
Lo que cuela con 18 años no lo hace a los 30. O igual los guionistas han pensado que sí, porque el grupo de amigos tendrá trabajo, mujer e hijos, pero ven un poco de carne y se alteran como adolescentes. Eructos, cuescos y mierda tampoco faltan. Si Stifler no estuviera no sería 100% American Pie (hay que tenerlo en cuenta), pero las supuestas gracias del muchacho y su entorno saturan. ¿Quién ha escrito las escenas con su jefe? Decir que son lo peor es quedarse muy corto. Extrañamente, en el guión hay plena consciencia de lo cargante y pasado de vueltas que resulta Stifler, con referencias constantes a ello por parte de los demás protagonistas (por ejemplo, su reacción tras el robo de las lanchas o el intento sistemático de dejar atrás al pesado de su amigo). No sé qué pensar... ¿es un intento fallido de oda a la maduración?

No nos engañemos: los auténticos protagonistas son ellos ;)
Otro factor chocante es la valoración de la crítica. Con tres estrellas o tres y media sobre cinco uno se espera otra cosa. La nostalgia que tanto evocan anima a llenar líneas como las que nos ocupan, pero hay que saber dejarla a un lado y filtrar. Aunque bien pasada la mitad de la película esta remonta (sin alardes), ya es demasiado tarde: el arranque es tan malo que noquea sin remedio (esta entrada está siendo dolorosa para mí... necesito decir algo bueno o me va a entrar una depresión. ¡Ahí voy!). A PESAR DE TODO, las charlas entre Jim y su padre siguen siendo geniales; Kevin aún es tiernamente lelo e insoportable en sus paranoias con Vicky, igual que Oz y Heather; y Finch... es Finch. Además, se zanja una vieja rencilla con ingenio y se agradece el esfuerzo por haber metido, aunque sea con calzador, a Nadia, Sherminator, la siempre desaprovechada Jessica, el dúo MQMF, los jugadores de lacrosse y (no podía faltar) la desbordante madre de Stifler.

¿No echásteis la foto familiar en falta?
En cierto modo muy desviado y peregrino, la esencia pervive tras 13 años. Los fans de la saga bajaremos la guardia (y el listón) y pelearemos contra nosotros mismos por verle un qué; a los demás no se os ha perdido nada aquí.

¡Saludos! 

PD: ¡Otro paralelismo con Los Vengadores! Hay escena post-créditos pasados un par de minutos, pero aquí gana American Pie por goleada XD

14 de mayo de 2012

Cine: "Los Vengadores" o "Cómo Joss Whedon se ha ganado el cielo (otra vez)"

Los Vengadores es un sueño húmedo friki hecho realidad. Es la culminación satisfactoria de un proyecto iniciado en 2008 con Iron Man, recuperando en pantalla grande el buen pulso del sello Marvel que se había perdido tras la franquicia X-Men. Nadie, ni los propios actores, comprendía bien por qué se hacían cameos en otras películas o por qué se filmaban escenas postcréditos apuntando a algo que no tenía guión ni director, que era poco más que una idea en el horizonte... Mediante un movimiento muy actual, Hulk, Thor, El Capitán América y dos entregas de Iron Man ahora pueden concebirse como precuelas o un gigantesco prólogo. Añadiendo a los cuatro susodichos a Viuda Negra y a Ojo de Halcón, dando protagonismo a Nick Furia y al agente Coulson e incluso permitiéndose convertir en heroína de acción a la mismísima Robin Scherbatsky, Joss Whedon (creador al que venero, amo e idolatro por haber regalado Firefly a la humanidad) hace bueno el dicho que afirma que el todo es superior a la suma de las partes.

Incluso el Batman de Nolan, con toda su seriedad y ambición, se regodea en lo ridículo si reparamos en que Bruce Wayne se maquilla con sombra de ojos cada vez que entra en acción. Watchmen, sin perder la hondura en el tono, era más consciente de su herencia pop y lo explotaba en su favor. Los Vengadores va más allá y sigue la estela de Iron Man o El Capitán América en el sano ejercicio de no tomarse demasiado en serio a uno mismo. Whedon sabe las pintas que se gastan los supertipos, las "reflexiones" que se crean a su alrededor, y también conoce de primera mano lo energúmenos que pueden llegar a ser los fans si no se respeta hasta el detalle más absurdo (que pregunten a Peter David). Sin embargo, todo ello, el amor al medio y un casting que hace caer de espaldas no le han impedido reírse hasta de su sombra: "¿Tienes traje? Pues póntelo" le espeta a Ojo de Halcón el Capitán América, embutido en un atuendo que excede lo criminal... y lo dice serio, pero con timing de comedia. Los Vengadores está cargada de humor, tanto que es difícil elegir la frase con más chispa. Tony Stark (Robert Downey en su salsa) gana en número, claro, pero ¿y las escenas del agente Coulson? ¡Qué gran secundario, demonios!

 No obstante, el humor no es en absoluto lo único destacable. El guión de Whedon muestra al grupo como un ente equilibrado, algo que no creí que fuera posible; di por hecho que la película parecería un poster de Dragon Ball Z y, a la postre, alguna de las estrellas (Rogers o, previsiblemente, Stark) robaría la película. En cambio, hasta Natasha Romanov y Clint Burton (magníficos Johansson y Renner) han sido dotados de escenas de acción a medida en las que no importa que sean incapaces de volar o reventar acorazados alien de un estornudo (de hecho, la construcción de ambos personajes y la química que exudan se perfila como otro punto a favor de la película... ¡spin-off, ya!). Y hablando de la acción, cómo se nota que Whedon pasó la adolescencia fantaseando sobre qué ocurriría si Thor e Iron Man decidieran liarse a mamporros de forma "creíble"... La grandeza del plano secuencia en la batalla final se ha comentado en toda crítica existente; aunque ahí el nivel técnico brille por razones obvias, es excelente durante casi toda la película. No sé a vosotros, mis queridos ocho lectores, pero a mí no deja de sorprenderme que la mitad de lo que se muestra en pantalla no esté ahí (Scarlett Johansson está y no es un FX, aclaro). Además del balance entre personajes y la acción, la película tiene un ritmo endiablado: dos horas y pico que fluyen entre chiste, pelea y lágrima como si pilotar un monstruo de 200 millones de dólares fuese sencillo.

Además, Loki ha ganado enteros desde su aparición en la muy chunga Thor. Era una evolución necesaria si pretendían que el tipo pusiera en jaque al conjunto. No soy fan de los histriones, pero reconozco que tiene buenos momentos y su forma de ejecutar el plan transmite misterio y cierta clase, como si fuese uno de esos antagonistas de Bond que gustan de hablar más que de disparar (no es casualidad que su atuendo "humano" sea el de un gentleman con un punto de color). La pega, si es que puede considerarse como tal y queda alguien que no vaya avisado (me consta que lo hay), es que resulta más o menos imprescindible saber de antemano dónde encajan las piezas del puzzle para comprender en su totalidad las situaciones y el por qué de la personalidad de los personajes. Si se llega virgen al evento, todo lo que vemos es a un grupo de superhéroes encabronados que no se llevan bien colaborando a regañadientes con el fin de recuperar un objeto que les ha robado el villano de la función... El relato arranca in media res y no se preocupa en exceso de guiar a los desnortados. Eso y una conclusión algo precipitada (considerando el saráo que se monta) son los únicos peros que le encuentro a Los Vengadores. Lo demás, puro genio.

Ruffalo nos ha hecho olvidar a Norton. ¡Milagro!
Como apunte final temo que, al no ser dramática ni ambiciosa más allá del entretenimiento, algunos se nieguen a equiparar sus méritos a los del hombre murciélago. Por el momento, crítica y público se han rendido a sus encantos, pero el debate surgirá tarde o temprano. Whedon conoce al dedillo las normas que rigen el género, las distintas formas de abordarlo; justo cuando el "dark and gritty" está en pleno apogeo, él ha desplegado una paleta de color con trazo suelto y mucho arte. En mi opinión, su sabiduría y la implicación de un grupo de buenos actores entregados a la causa han parido toda una obra maestra del género superheroico.

¡Saludos!

PD: este verano se nos echa encima una buena con el cierre de Batman, el reboot de Spiderman y, aunque no tenga que ver con mallas, Prometheus, que entre virales, trailers descogorciantes y rumores varios está poniendo los dientes largos a todo el fandom.  

2 de mayo de 2012

Si fuese un chiste, faltaría una alemana

¡Cuánto tiempo, mis queridos ocho lectores! ¡Cuántas promesas incumplidas! (por mi parte, vosotros sois deliciosos). Sin más, al grano: 

Intocable
El cine francés tiene algo que me hace correr en dirección contraria, pero el trailer de Intocable me daba buenas vibraciones. Es algo raro en mí, en serio, porque en cuanto huelo una pizca de drama cambio de canal, de chip o de lo que haga falta. Además, la historia del millonario tetrapléjico que, harto de todo, confía en un chaval de los suburbios tampoco se antojaba como la más original de las historias: antes de verla ya sabemos que el chico tiene buen fondo y sus problemas los crea el contexto, que pese a las complicaciones basadas en la diferencia de clases harán buenas migas y que será un canto a la amistad, el esfuerzo y la tolerancia. Y así es.  

Intocable se alimenta sin complejos de todos estos clichés y unos cuantos más, pero lo hace sin cortarse un pelo, empleando humor negro a raudales; el resultado, por el contrario, no podría ser más blanco e inofensivo. En conclusión, de drama, nada, señores: ¡hacía tiempo que no me reía tanto viendo una película! Soy consciente de la manipulación emocional a la que pretende someternos, pero en esta época de cinismo y jodienda general se agradece que alguien abandere un mensaje positivo con semejante esmero. Se la recomiendo a todo aquel que quiera pasar un buen rato y recomiendo recomendarla a terceros incluso aunque no la hayáis visto (¿no queréis ganar puntos con esos suegros que os odian?). Es un valor seguro, creedme. Vedla. Ya.

Grupo 7
Alberto Rodríguez dirigió en 2005 7 vírgenes, una buena cinta donde Juan José Ballesta volvía a demostrar que ha nacido para esto (recuperadla si podéis, merece la pena). El director sevillano regresa en Grupo 7 a los bajos fondos de su ciudad natal aunque esta vez se remonta a los años anteriores a la Expo. Nos cuenta el día a día de una unidad antivicio, cómo se encarga de intentar limpiar las calles antes del evento que cambiará Sevilla para siempre. La ineficacia de los métodos habituales les llevará a tomar otros caminos y, bueno, huelga decir que ahí comenzarán los conflictos. 

Protagonizan la cinta dos caras nuevas, José Manuel Poga y Joaquín Núñez (robaescenas de primer nivel), y dos bien conocidas, Antonio de la Torre (un monstruo de la interpretación) y Mario Casas. Los que huyáis de Grupo 7 porque asociáis al último a la mala televisión nacional os lo deberíais replantear: no solo os perderéis un magnífico ejemplo de que aquí también se hace buen cine sino que Mario Casas destaca en su papel, nada más y nada menos que la mitad del relato. De hecho, en Grupo 7 todo es tan estupendo que me atrevería a decir que funciona como versión española de The Shield. Y ya sabéis qué dicen, ¿no? Que la obra magna de Shawn Ryan no se menta en vano...

Los juegos del hambre
Estamos ante el último juguete de Hollywood, la nueva gallina de los huevos de oro. Tal condición se ha ido forjando sobre la marcha, a medida que las novelas de Suzanne Collins se hacían conocidas y la película iba ganando hype. Su discreta concepción inicial y una posterior adaptación mal improvisada a algo de mayor envergadura son palpables en un presupuesto moderado para las tendencias actuales (los VFX y la producción se resienten de ello). La falta de medios también se intuye en el casting principal que, si bien no es en absoluto desconocido, tampoco es un plantel de estrellas... todavía. Jennifer Lawrence está destinada a forrar carpetas e ir emulando las hazañas de Katniss Everdeen de plató en plató en los años venideros. Por suerte, también es buena actriz ;)

A los que no hayáis visto Los juegos del hambre y os gusten este tipo de productos (lo digo sin desmerecer; soy el primero de la fila), es una cinta por encima de la media aunque con mucho potencial desperdiciado. Se deshincha en el tramo final, eco envenenado de un arranque contundente que nos introduce sin concesiones en el tiránico mundo de Panem y su empobrecido Distrito 12 (lo mejor junto a Lawrence). Según cuenta Cosette, los patinazos narrativos de la película vienen de la novela, un mal común en el género young adult. Con todo, es un inicio de trilogía decente.

Para los que estáis en la onda, ¿qué puedo decir? Las similitudes con Battle Royale o Perseguido ponen los pelos de punta. No es solo por el concepto de presentar una distopía que mezcla el Gran Hermano con un espectáculo salvaje (solo falta Mercedes Milà para cerrar el círculo), es que hay escenas y situaciones idénticas a las de aquellas películas. De todas formas, me da igual que Collins se haya basado en ellas o no; lo que me preocupa es el nulo impacto en el espectador que ya ha visto la cinta nipona: al desaparecer el factor sorpresa, se pierde una de las mayores bazas de la película.

Nasíos pa matá
Puestos a criticarla, los villanos de opereta del Distrito 1 y 2 son lo peor. Por culpa de personajes planos como esos, la integridad moral de Katniss y Peeta nunca es puesta realmente a prueba (siempre disparan los otros primero, ¿y a quién le preocupa cargarse a tipos así?). También patina una estética estridente que la matará en dos telediarios. Comprendo el concepto de sociedad histriónicamente sofisticada, pero donde debería ver creatividad llevada al límite todo lo que veo son pelucas ridículas y colores chillones en telas corrientes (Eiko Ishioka le habría dado una lección al diseñador de vestuario). Finalmente, la química entre Katniss y Peeta brilla por su ausencia; en todo el metraje no logran lo que ella y Gale construyen con una charla de dos minutos (por el bien de las oportunidades amorosas de Peeta espero que Katniss no sea una chica superficial, porque como tenga que elegir entre los dos... :p). Vale, basta de criticar. ¿Puntos a favor? La violencia no excesiva pero muy presente, Lenny Kravitz (Cinna), Woody Harrelson con pelo (Haymitch), que Donald Sutherland no se dé un pasote, recuperar del olvido a Wes Bentley y, por sorpresa para un servidor, Katniss.

La heroína de Los juegos del hambre está en las antípodas de la clásica damisela en apuros (para eso está Peeta :p). La buena definición del personaje y la convicción de Lawrence se convierten en la razón que nos mantiene pegados a la pantalla incluso cuando la cosa anda de capa caída. Por ella (y poco más) tal vez las secuelas tengan un pase.

¡Saludos!