28 de diciembre de 2011

"Sons of Anarchy": repaso a la cuarta temporada

Esta entrada está llena de SPOILERS desde la primera línea. Si no has visto la cuarta temporada de Sons of Anarchy, sigue leyendo a tu cuenta y riesgo.

Mediante la elipsis propiciada por un año entre rejas, los de Samcro hacían borrón y cuenta nueva, forma estupenda de dejar atrás las risibles aventuras en tierras irlandesas. Las piezas estaban dispuestas sobre el tablero de modo que, si era menester, la cuarta fuese la última temporada: nuevos secundarios con el ingenio afilado y la moral a prueba de balas se empadronaron en Charming a ambos lados de la ley para, por si no bastaba con los patinazos de Clay, llevar a la banda de moteros por terrenos inexplorados de la ilegalidad y hacerles la vida aún más imposible. La idea era descender a los infiernos… pero al final la cosa se ha quedado a medias. Ni chicha ni limoná. El por qué la tragedia no se ha desatado en toda su magnitud se debe a algo terrible en según qué circunstancias llamado “renovación”, capaz de jorobar el más perfecto de los cierres a costa de llenar otro poco las arcas de una cadena. Pero a eso iremos después.

 La trama se ha movido principalmente entre tres líneas narrativas. Entroncando con la temporada anterior, en la primera de ellas siguen con las cartas de John Teller que están en posesión de Tara y suponen una grave amenaza para la hegemonía de Clay dentro de la banda. Ha estado bien que se mojaran de una vez y  por fin cayera alguien de relativo peso en la serie: Piney llevaba tiempo con un pie en la tumba, pero los moribundos eternos (como también lo es Unser) pierden pegada si no llegan a... morirse. Sons of Anarchy se alimenta de amenazas y de la promesa de venganzas sangrientas para avanzar; se materialicen o no, los protagonistas acostumbran a salirse de rositas, salvando la honrosa excepción de Hale (Donna y Half-Sack eran claramente secundarios). Por otra parte, en vistas al final que iban a ofrecer con el cartel mejicano, estaban obligados a quemar algún cartucho si no querían a una audiencia masivamente decepcionada por la falta de garra.  

Toda esta línea también ha dejado a Opie como un perfecto idiota: incluso después de que asesinen a su mujer y a su padre, que tarde más de treinta segundos en matar a Clay a sangre fría tiene un pase narrativo justificado por la construcción del clímax, pero que un asesino casi profesional tenga esa mierda de puntería no tiene perdón de dios. En el mismo instante en que ninguna bala alcanza la simiesca cabeza de Clay hasta el más tonto sabe que el tipo, resistente como la mala hierba, sobrevivirá al ataque ―cuando falta coraje para resolver los meollos que Shawn Ryan, Kurt Sutter y compañía se llevan entre manos, los cliffhangers pierden su razón de ser―-. Qué será de Opie en sus cara a cara con Clay y cómo será capaz a partir de ahora de respirar el mismo aire que su enemigo sin estar out of character es algo que se me escapa.

Volviendo a Tara, es un personaje que a veces no sé seguir. Lo primero que a estas alturas aún no entiendo es qué ve en Jax (físico al margen, obviamente); en mi opinión, viven en planos sociales y de inteligencia muy distintos. Además, no acabo de creerme la supuesta epicidad-más-allá-del-bien-y-el-mal de su relación. Quizá el problema es mío porque ella es el tipo de mujer inteligente y con carácter que me gusta pero él me parece un chulito con pocas luces, por mucho que nos repitan una y otra vez cuán "smart" es ―lo cual no impide que deba reconocer al príncipe el haber sido (¡por fin!) digno merecedor del trono durante esta temporada―. 
 
Como decía, en la doctora Knowles conviven el amor y la rebeldía ante el estilo de vida de los moteros. Como muestra, ella misma suelta a la suegra un dolido "...it's the way they treat women. You know what I mean, Gemma". Antes tenía muy claro que Tara estaba por encima de la sumisión y obediencia ciega exigida para ser la "old lady" de un líder motero; ahora ya no lo tengo nada claro... ¿De no haber hijos de por medio habría seguido ahí? Ahora no solo es una consorte, es una reina consorte...  Si la Tara de los inicios viera su propia gestión de toma de decisiones en el futuro imagino que se arrancaría los ojos de la rabia. Gemma, por su parte, ha quedado algo desdibujada en el tramo final y tanto cambio de parecer y tanto ardid en la sombra me han hecho perder la pista sobre si quiere a Clay vivo o muerto o si está dispuesta a dejar que su pequeñín abandone Charming de una santa vez. En conclusión, no entiendo a las mujeres de esta serie.

La segunda línea narrativa se centra en la escalada de las actividades ilegales que ha emparentado a los Sons con la crème de la crème de la delincuencia: el cartel de droga mejicano. Ha sido divertido comprobar que la habilidad de Clay para meter la zarpa parece infinita y, en efecto, enrolarse en la causa de Romeo Parada era una pésima elección de la que ya no hay marcha atrás posible ―aunque no por las razones temidas por Jax y Bobby desde un inicio―. El asunto les ha estallado en la cara (sobre todo a Kozik, je) y ha llevado la disensión interna del grupo al cambio de liderazgo. No obstante, lo que se prometía como un final descarnado ha quedado en un chiste, una broma de mal gusto. ¿Machete con la CIA? ¡Venga ya! El único lado positivo que veo a este giro narrativo es que así se explican las cotas de patetismo alcanzadas durante el secuestro/asesinato de Tara: es que en realidad no querían matarla. Ah, pues vale. Por fortuna, en estas resolución no hay islas que desaparezcan del continuo espacio-tiempo ni personajes que se transforman en ángeles; aquí se puede virar el timón e intentar recuperar el rumbo. Hay, por lo menos, otros trece capítulos por delante para convencernos de que esto era lo que debía pasar.

La tercera línea la conforman el ayudante del sheriff Roosevelt y Lincoln Potter, quienes han intentado detener a los miembros del MC cada uno a su manera. La temporada comenzó con Roosevelt heredando el legado original de Hale de echar a patadas a los Sons of Anarchy de Charming. Rockmond Dunbar tiene tanta presencia como Michael Chiklis y ha dotado a la comisaría de la contundencia que nunca debió perder. Sin embargo, se le ha hecho un flaco favor al juntarlo con alguien tan limitado como Juice en todos los sentidos. Me explico: Theo Rossi es adorable pero su formación interpretativa parece salida de la famosa "escuela de las dos caras", popularizada por una generosa lista de artistas marciales. Y sin nada que ver pero totalmente relacionado con el problema, ¿desde cuándo los Sons of Anarchy se definen por parámetros arios? Happy no es la cosa más blanca del mundo (por mencionar a otro), hacen tratos por igual con Mayans y Niners, y juraría que una de las franquicias está formada al completo por integrantes negros. No sé, lo vi sacado un poco de la chistera, una excusa para crear un conflicto que hasta ahora no existía o no habían sabido definir. En cualquier caso, tanto da, ya que al final todo acabó en agua de borrajas; si antes hablábamos de falta de efectismo en los cliffhangers, el lamentable intento de suicidio de Juice se lleva el premio gordo por goleada. Con el puertorriqueño se ha desaprovechado la oportunidad de llevar la tensión hasta las últimas consecuencias como habrían hecho en The Shield, y es una verdadera lástima pues durante su periplo como soplón se lograron escenas de mucha intensidad. 

En otro ámbito, centrar los esfuerzos de Roosevelt en la trama del infiltrado ha desviado la atención de su vida personal. Creo recordar que él y su mujer no pueden tener hijos ―corregidme si me equivoco―, situación cuyo freno no lamento visto el trato baratero que suelen recibir las líneas dramáticas con críos de por medio. Lo que sí lamento es que la mujer no recibiera más tiempo en pantalla; se perfila como un personaje interesante y una digna rival para Gemma que servirá para traer aire fresco al repertorio de antagonismos porque, reconozcámoslo, el duelo de amor-odio-respeto con Tara anda ya algo trillado. 

Con Lincoln Potter se ha dado otro volantazo en balde. Quien fue presentado como un agente libre de poder ilimitado ha resultado ser otra marioneta en el teatro de la jurisdicción entre agencias: el pobre tipo no sabía de la misa la mitad. El caso estaba cerrado incluso antes de abrirlo. Esta clase de resoluciones tienen un punto de caricatura, igual que el servicio de supuesta "inteligencia" para el cual trabaja, ¡menudo despilfarro de presupuesto público! Otra lástima, ya que con Potter tuvieron el buen ojo de alejarse del retrato forzado en el que acabó sumido la agente Stahl. Ambos están fatal de la azotea pero, en el fondo, Potter no es más que un friki entrañable (y algo cabrón) que solo quiere atrapar a los malos…  

Lo que nos trae de vuelta a Clay, a quien siempre he considerado el verdadero villano de la serie. Que el usurpador del trono de los Sons caerá a manos de su hijo adoptivo o de su amada cómplice (y no a causa de la mala puntería del buenazo de Opie) es algo que tengo clarísimo desde la primera temporada. También creí que la entrada de Romeo Parada y la conexión con el IRA no serían más que el catalizador de las emociones de Jax y Gemma, que el tema de "la familia" siempre ha estado ahí y Clay, precisamente, no es familia (que alguien pida a los guionistas que dejen de poner "I'm protecting my family" en boca de Tara, los Teller y básicamente todo dios cada seis minutos, por favor). Si mi teoría es cierta, Clay aguantará como un jabato hasta el final. Cuando él caiga y Gemma afloje las riendas, Jax y su familia podrán abandonar ese limbo vital llamado Charming. Por eso Clay todavía no podía borrarse de la ecuación, porque Sons of Anarchy tiene cuerda para al menos una temporada más. Esta decisión representa un escupitajo en la cara a lo que podría haber supuesto un cierre de campanillas, pero era totalmente necesario (el escupitajo) si quieren ser coherentes con el leit motiv de la serie: familia, traición, venganza, ¡Hamlet! 

Pese a lo dicho hasta aquí, la cuarta me ha parecido una temporada sólida que únicamente ha flaqueado en el tramo final como consecuencia de la imposición de estirar el relato. Tomar este camino ―que, compartamos o no, todos comprendemos― juega en perjuicio de la energía acumulada, que se disipa una vez más. Pero hablamos de Sons of Anarchy, de guionistas que han alcanzado el clímax con nazis, irlandeses y mejicanos por igual, conque no es descartable que en la quinta temporada vuelvan a conseguir una atmósfera donde la tensión en el ambiente se pueda cortar con un cuchillo.  En conclusión, ¿yay o nay? Yo lo tengo claro, "yay", al menos por una tanda más. ¿Y vosotros?

Si en Once Upon a Time se quedaran sin bruja...
Otras consideraciones:
1) Tig, Chibbs  y Bobby tienen un carisma arrollador y muy buen hacer ante las cámaras. Sin ellos y el resto de la banda casi al completo sería imposible ver esta serie.
2) Kart Sutter se ha regalado a sí mismo un par de escenas caramelo con Otto.
3) En cambio, Ronnie Gardocki y David Aceveda (por llamarlos de algún modo), han aparecido de forma poco memorable (snif!). Danny Trejo, correcto, y David Hasselhoff, con buen humor.
4) Leo artículos donde se discute la moralidad de la serie. En mi opinión, tengo muy claro que son una panda de cabrones (Jax y Opie podrían salvarse de la quema porque han crecido ahí y no conocen otra cosa); lo mejor que podría pasarle a Charming es que el caso RICO prosperara, los enchironaran a todos y la ciudad saliera de la Edad Media.

Marchando una de frivolidades:
1) No soy ni remotamente shipper, pero Gemma y Tig echan chispas cuando se quedan solos...
2) ¿Soy yo o en esta temporada se han pasado un poco con la cantidad de mugre que le echan a Bobby?
3) Que despidan de inmediato, por favor, al director de vestuario responsable de calzar a Jax con zapatillas blancas en una serie de moteros.
4) Llevo toda la serie arrastrando una duda. Gracias al plano final de esta temporada, se ha solucionado: Gemma no es motera, es gótica :p

¡Felices fiestas a todos!

5 de diciembre de 2011

"Un método peligroso", la procesión va por dentro


Tras Una Historia de Violencia y, sobre todo, la vibrante Promesas del Este, no podía perderme la tercera colaboración entre David Cronenberg y Viggo Mortensen. Saber que la película trataba sobre Freud, Jung y el psicoanálisis me hizo dudar ―no me apasionan los biopics―, pero sentía curiosidad por averiguar cuál iba a ser el enfoque empleado por el director canadiense para abordar un tema tan delicado.

Como ya ha señalado la crítica, Un método peligroso es la película formalmente más convencional de Cronenberg hasta la fecha. En primer lugar, está basada en hechos reales (no tengo claro hasta qué punto): narra la relación que se estableció entre Carl Jung y Sigmund Freud a través de Sabina Spielrein, paciente del primero tratada mediante “psiqueanálisis”, hecho que llevó a ambos doctores a conocerse en persona en Viena y desarrollar conjuntamente lo que daría pie a la teoría psicoanalítica moderna. En segundo lugar, la película huye de flashbacks absurdos de la infancia de Sabina, delirios visuales o abuso gratuito de la sexualidad, tentación a la que otros directores sin duda habrían sucumbido al tener entre manos un material tan corruptible como la teoría Freudiana del deseo sexual reprimido. Su origen teatral tal vez tenga algo que ver con esta calma que, por otra parte, contempla con pavor cómo lo inmoral (el discurso de Otto Gross, un inmenso Vincent Cassel) se abre camino a machetazos entre tanta normalidad ―que nadie espere orgías entre nubes de opio, por favor―.

Un método peligroso puede pasar por ser fría, aséptica o críptica. Quizá sea así, pero su sobriedad es coherente con el retrato de aquello que sus personajes viven en una época muy determinada. La contención de la propuesta está ensalzada por las actuaciones del trío protagonista. Keira Knightley hace el histrión menos de lo esperado como Sabina Spielrein y, a medida que avanza el metraje, gana peso a fuerza de construir su personaje con matices que hacen de ella alguien atrayente, digna de enfrentarse a los pesos pesados que son el emergente todoterreno Michael Fassbender (Jung) y Viggo Mortensen (Freud), quienes también se baten en un duelo interpretativo donde las miradas y los silencios están cargados de significado. Insumisión, represión y ego (pertinentes), compromiso, roles invertidos, recelo entre clases sociales, temor al futuro que acecha a Europa… todo está ahí sin resultar obvio, ayuda a que la película fluya, se nos haga corta ―lo es― y nos quedemos con ganas de más.