26 de julio de 2011

Libros: "Contra el viento del norte" / "Cada siete olas"

por Cosette 

“Escribir es como besar, pero sin labios. Escribir es besar con la mente”.

Empecé a leer Contra el viento del norte por pura casualidad: estaba/estoy enfrascada en A Dance with Dragons y, al notar que me estaba saturando (suele costarme mucho “entrar” en los libros de G.R.R. Martin), decidí tomarme un par de días de descanso y probar algo totalmente diferente. Y he aquí cómo topé con Contra el viento del norte y su secuela, Cada siete olas, ambas del escritor austríaco Daniel Glattauer.

Seguramente muchos de vosotros (si no todos) tenéis contacto con personas a través de internet. Y probablemente de algunas de estas personas no conozcáis ni su nombre auténtico, ni su edad, ni su aspecto físico… Son todas ellas relaciones basadas en la virtualidad y en el vínculo creado a través del teclado y la pantalla de ordenador, relaciones en las que podemos reinventarnos y, literalmente, reescribirnos, mostrar la parte de nosotros que más nos plazca y ocultar todo lo demás. Pero ¿qué pasa cuando una de esas personas semi-anónimas se convierte en algo más que un correo o un mensaje en un foro? ¿Cuando una relación virtual llega a ser más intensa y tangible que cualquier relación de nuestra “vida real”? 

Contra el viento del norte indaga en esas cuestiones bajo el formato epistolar de la era cibernética, el intercambio de e-mails. Leo Leike, psicólogo del lenguaje, recibe mensajes por error de una desconocida llamada Emmi Rothner, una “felizmente casada” (en palabras de la propia Emmi) diseñadora de páginas web. Como es educado, Leo le contesta. Y como él le atrae, ella le escribe de nuevo. Así, poco a poco, se entabla un diálogo en que la pura formalidad entre dos desconocidos va dando paso a una camaradería repleta de humor, ingenio y curiosidad por el otro. Pero la cosa no queda ahí: a medida que se van intercambiando mails la confianza y la dependencia entre Leo y Emmi irá en aumento, así como también el afecto que sienten el uno por el otro y el miedo a enamorarse, a verse en persona, a decepcionarse. 

     Al día siguiente 
     Asunto: Primera respuesta
     Querido Leo:
     ¿Sabes qué es lo que realmente detesto de ti? Tus expresiones referentes a mi marido. «Pese a la dicha del amor conyugal con Bernhard»: ¿a qué viene esachorrada? «Dicha del amor conyugal» suena —deliberadamente— a «cumplimiento de los deberes conyugales de cohabitación matrimonial». O: «Práctica periódica de relaciones sexuales, aprobada por un empleado del registro civil, con el correspondiente intercambio de fluidos corporales». Te burlas de mi matrimonio, querido Leo. Y soy muy susceptible al respecto. ¡Déjalo ya!
  
     45 minutos después
     Fw:
     Emmi:
     Hablas de sexo continuamente. Ya es patológico.
  
     Una hora después
     Re:
   Aún no he empezado a hablar de sexo, amigo mío. Ayer hiciste algunas importantes jugadas al respecto. Por ejemplo, lo de las «fantasías eróticas». Necesitaste dos negaciones para decirme que no es que no las hayas tenido nunca al pensar en mí. ¡Ése es el estilo de Leo! Otro habría dicho: «A veces pienso en ti de unmodo erótico, Emmi». Leo Leike dice: «No es que nunca piense en ti de un modo erótico, Emmi». ¿Y después te sorprendes de que yo no deje el tema? No es que lo mío sea patológico, es que tu conducta erótica verbal es muy peculiar, querido Leo. Resumiendo, no me creo tus elevadas reflexiones pastorales sobre el sexo. Pues ¿qué hace el bueno de Leo con sus fantasías eróticas doblemente negadas? Cita: «Procuro mantenerte al margen de ellas, no tengo derecho a exigirte tanto»... ¿Que no quieres exigirme tanto? Me pregunto qué clase de fantasías serán esas que tanta exigencia implican. Dímelo con confianza. 

Daniel Glattauer
Muchos calificarían este libro como una historia de amor y, en muchos aspectos, así es. Sin embargo, creo que el mayor logro de la novela estriba en la habilidad de Glattauer para construir a dos personajes de los que apenas sabemos nada y transmitir a través de sus mensajes de correo electrónico la complejidad de sus vidas y sentimientos, sus inseguridades, ilusiones y miedos. El libro, con un dinamismo que raya el frenesí, engancha desde la primera página; la propia curiosidad del lector por saber qué consecuencias tendrá la relación, la sencillez del lenguaje y la inalterable estructura epistolar (sin narrador ni descripciones) hacen que Contra el viento del norte sea una lectura ágil, fresca y muy ligera (que no carente de profundidad). Las charlas virtuales entre Leo y Emmi están realmente logradas, en gran parte por las particularidades del carácter de los dos protagonistas: la mordacidad e ironía de Emmi es el contrapunto perfecto para el talante más tranquilo y romántico de Leo, solo capaz de desinhibirse y soltar la lengua en estado de embriaguez.

“Eres muy severa, Emmi. No seas tan severa. No quiero café. Quiero a Emmi. Ven a casa. Bebamos otra copita de vino. Podemos tener los ojos vendados, como en la película. No recuerdo cómo se llamaba la película, tendría que pensar. Me encantaría besarte. Me da igual qué aspecto tengas. Me he enamorado de tus palabras. Puedes escribir lo que te apetezca. Puedes ser severa si quieres. Me gusta todo. Es que tú no eres nada severa. Te obligas a serlo, sólo quieres parecer más fuerte de lo que eres.” 

Es cierto que la novela no es una obra maestra de la literatura y que, en algunos momentos (los menos, eso sí), resulta un tanto ñoña y facilona. Pero no por eso deja de ser un libro interesante y original con una historia de amor cibernética de lo más amena (y probablemente más común en la vida real de lo que creemos). Además, otro de sus grandes aciertos (y aquí supongo que disentiré de la opinión de muchos lectores) es su final: honesto, realista y perfecto. 

Desgraciadamente (o no), el éxito de crítica y público llevó a Glattauer a escribir una segunda parte, Cada siete olas. En mi opinión, esta secuela no deja de ser una predecible (y prescindible) continuación destinada a satisfacer a aquellos lectores frustrados con el final de Contra el viento del norte (el autor incluso ha afirmado que nunca llegó a plantearse una segunda parte, no hasta que Contra el viento del norte se convirtió en una de las revelaciones literarias del pasado verano). No os equivoquéis, no considero que Cada siete olas sea un mal libro: Emmi continúa igual de neurótica, irónica e insufrible, Leo sigue poniéndose tierno cuando bebe más de la cuenta y el particular tira y afloja entre ambos sigue teniendo chispa y gracia, pero sí es cierto que en algunos momentos la fórmula acaba resultando algo cansina. ¿Y qué decir del final? A mí particularmente no me ha gustado demasiado, por excesivamente empalagoso, pero supongo que habrá hecho las delicias de aquellos que ansiaban una resolución más convencional para Leo y Emmi. 

A pesar de sus defectos, creo que ambas lecturas (y muy especialmente Contra el viento del norte) son de lo más recomendables para pasar un par de tardes veraniegas realmente entretenidas, con una sonrisa en los labios (y alguna carcajada de tanto en tanto). Escribir una novela epistolar a base de e-mails es todo un reto, pero Glattauer cumple su cometido y nos regala una adictiva historia de amor contemporánea en la que más de uno podrá verse reflejado. Así que ya sabéis, si queréis saber qué es el viento del norte y cómo se lucha contra él, o qué es lo que pasa tras la séptima ola, solo tenéis que dejaros seducir por las palabras de esta peculiar pareja de enamorados virtuales. Es una tarea fácil, os lo garantizo.

5 de julio de 2011

Libros: "La Princesa de Hielo"

por Cosette 


Había leído comentarios muy positivos sobre la obra de Camilla Läckberg, bautizada por algunos como la reina de la novela negra europea, así que, como amante del género, decidí dar una oportunidad a La princesa de hielo (Maeva, 2007), la ópera prima de esta autora que inaugura su serie protagonizada por la escritora Erica Falck y el comisario Patrik. Lo cierto es que no tengo ni idea de los oscuros motivos que me impulsaron a acabar la novela (supongo que soy demasiado tozuda para estas cosas) porque, francamente, la lectura se me hizo tan insufrible y tediosa que tardé tres semanas en finalizar un libro que, en circunstancias “normales”, me habría ventilado en tres o cuatro días. Y es que La princesa de hielo me ha parecido una auténtica porquería, así, sin más.

Creo que me dejé embaucar porque la premisa era buena y el argumento no deja de ser intrigante; tras el fallecimiento de sus padres, la joven escritora Erica Falck vuelve a su pueblo natal, Fjällbacka, donde se verá envuelta en una truculenta historia cuyos protagonistas no son otros que sus compañeros de infancia. Pocos días después de llegar al pueblo, Alex, la que fuera mejor amiga de Erica durante su niñez, es hallada muerta en la bañera de su casa. En un principio todos los indicios apuntan a un suicidio, pero pronto se descubrirá que Alex fue asesinada y que, además, estaba embarazada de pocas semanas. Con la ayuda del comisario Patrik, que pronto se convertirá en algo más que un amigo, Erica se adentrará en un oscuro secreto del pasado celosamente guardado.

Para empezar, creo que uno de los grandes fallos de este libro es la mezcla de géneros. Empieza siendo una novela de misterio para acabar degenerando en un folletín rosa donde los protagonistas parecen más preocupados por qué ropa interior llevarán en su siguiente cita que por resolver el asesinato de Alex. Y no os equivoquéis, aunque no es un género que frecuente con asiduidad, no tengo nada en contra de la chick lit, pero creo que para narrar una buena historia de amor y un buen misterio es necesario poseer un dominio de la narrativa y del desarrollo de personajes mucho mayor del que la Sra. Läckberg hace gala (os remito a Dennis Lehane y su serie Kenzie/Gennaro, o a Tana French y su Dublin Murder Squad series, o incluso a la británica Mo Hayder y sus libros protagonizados por el detective Jack Caffery si queréis leer buenas novelas de crímenes con una pequeña (y perfecta) dosis de desarrollo romántico).

Camilla Läckberg
No sé si la culpa es de la autora, o de una pobre traducción, o de todo a la vez, pero La princesa de hielo es una obra deficiente en todos los aspectos: mal pensada, mal construida y mal escrita. A la escritora se le nota de una forma un tanto descarada su intención de intentar impresionar al lector. Alguien debería hablarle a Camilla de lo que es la sutileza: impresióname, sí, pero que no se note. Y es que toda pretensión se desmorona tras las 125 primeras páginas, cuando Erica y Patrik se confirman como unos personajes carentes de cualquier encanto que se desenvuelven como pez en el agua en una trama melosa y pueril más propia de novela rosa de baja estofa y donde la investigación importa entre poco y nada. Y es que si me pones a Erica colándose en escenas del crimen en plena noche, escondiéndose en armarios y jugando a hacer de investigadora, la cosa adquiere tintes surrealistas.

A este respecto, también tengo la impresión de que la Läckberg no tiene ni pajolera idea ni se ha preocupado mucho por documentarse sobre cómo funciona la policía y los procedimientos utilizados en investigación policial. No suelo ser una lectora muy exigente en lo que se refiere a este tipo de tecnicidades, pero sí necesito unos mínimos. Por poner tan sólo un ejemplo, nos encontramos con que el entregado Patrik (al parecer el único investigador competente de la comisaría de Fjällbacka) descuelga el cadáver de un ahorcado simplemente porque hiere su sensibilidad; imagino la bronca monumental que le caerá de la Científica (que asumo que en Suecia también existe) por manipular el escenario del crimen; pero la autora omite todo detalle, obviamente.

La verdad es que ya no es solo que los personajes sean una caricatura, ni que el argumento resulte folletinesco, ni que esté mal documentada; el verdadero problema es, sencillamente, que la novela está mal escrita. El estilo en general (salvo algunos fragmentos que, todo sea dicho, resultan decentes) y los diálogos son insoportables, y da la sensación de que el texto se ha visto alargado hasta la saciedad en un intento de… ¿qué? ¿De que la historia resulte más lírica y profunda? A Tana French se lo paso porque leerla resulta una delicia, pero esta señora no le llega ni a las suelas de los zapatos. Por poneros un ejemplo, la novela incluye topicazos como “mantuvieron un tenso silencio durante varios minutos antes de hablar”. ¿Varios minutos? ¿Alguien ha intentado estar sin hablar varios minutos? O este diálogo hilarante en que una compañera de Patrik indaga sobre la destreza sexual del policía: 

“—¿Estáis aún en la etapa del bingo?
—¿Qué es la etapa del bingo?
—Sí hombre, ya sabes, cinco seguidos…” 

¿En serio era necesario incluir detalles como que Patrik es capaz de meterla cinco veces sin parar (!) en su primera noche de amor con Erica? (dichosa ella, eso sí). Y quizá soy yo la que está poco puesta en jerga sexual, pero ¿alguien había escuchado alguna vez eso de la “etapa del bingo”? Por no hablar de auténticas perlas en el de desarrollo de personajes diseminadas aquí y allá, como los dilemas existenciales de ella (está en un sin vivir porque tiene las bragas sucias esparcidas por la habitación cuando tiene que venir su ligue a cenar) y las preocupaciones de él (que no se le escape un pedo en pleno acto sexual).

De todas formas, creo que el fragmento más surrealista (y patético) lo encontramos cuando Erica, al más puro estilo Bridget Jones,  se enfrenta al dilema de elegir la ropa interior que lucirá en su primera cita con Patrik: ¿tanga de encaje o bragota de la abuela? Os dejo con el fragmento ya que, si bien resulta un poco largo, recoge a la perfección el petardeo insoportable de la protagonista.

“El primer dilema se le presentó después de la ducha cuando, igual que su heroína favorita, Bridget Jones, se vio ante la elección de qué braguitas ponerse. ¿Debía elegir su precioso tanga de encaje, por si se presentaba la remota ocasión de que ella y Patrik acabasen en la cama? ¿O, por el contrario, sería más acertado ponerse esas bragas enormes y horrendas con sujeción para la tripa y el trasero, que incrementarían considerablemente las posibilidades de que Patrik y ella acabasen en la cama? Difícil elección. Sin embargo, teniendo en cuenta la envergadura de la tripa, resolvió por fin ponerse la variante más favorecedora. Y, sobre ellas, unas medias también con sujeción. En otras palabras, la artillería pesada. (…) Se colocó ante el espejo de perfil y metió la tripa. Y sí, con ayuda de la combinación braguitas-faja, medias-faja y respiración contenida, su aspecto resultaba bastante aceptable. Así, tuvo que admitir que los kilos extra no eran tan perjudiciales. Podría vivir sin los que habían ido a parar a la tripa, pero el que se había distribuido por los pechos hacía que una hendidura bastante homogénea se dejase ver por el escote del vestido. Cierto que con la ayuda de un sujetador con relleno, pero esos remedios debían de ser de uso generalizado hoy en día.” 

¿…?

Lo que me asombra verdaderamente es que este libro esté considerado un imprescindible de la novela negra de los últimos años y vaya ya por su... 30ª? edición. Ya les vale. Y me pregunto yo, ¿quién encumbra a escritoras tan mediocres como Camilla Läckberg? Sinceramente, no tengo ni la menor idea y creo que prefiero no saberlo. No me gusta ser tan destructiva en una crítica (al fin y al cabo, escribir un libro conlleva un esfuerzo y tiene su mérito), pero en este caso el resultado deja tanto que desear que considero todos mis ataques justamente merecidos. La princesa de hielo es una novela predecible, prescindible y poco memorable; mal hilada, forzada y muy poco consistente. No entiendo a qué ha venido tanto bombo con esta escritora y con esta novela en concreto. Quizá el nivel general de la Läckberg mejora en sus posteriores obras (tengo entendido que las serie de Patrik y Erica consta de, por lo menos, cinco libros), pero personalmente no pienso molestarme en leer ni uno más. Quizá como escritora de chick lit podría tener un futuro, pero como autora de suspense esta señora da verdadera vergüenza ajena.